DÍA DEL TRABAJADOR

Por: Alejandro Marco Aurelio Capcha Hidalgo

 Periodista: Reg.: N°.-4654-

El 1 de mayo de 1886, estalló la huelga general por las 8 horas de trabajo sin disminución de salarios en los estados unidos. más de 5,000 fábricas cerraron sus puertas y los obreros ocuparon calles y plazas para hacer realidad una jornada humana de labores por la cual desde hacía decenios venían bregando.

En chicago, merced a las condiciones miserables de trabajo y de vida, los sucesos tomaron otro giro, mucho más violento y descarnado que en otros estados (19). para el día 4 de mayo se citó a un mitin en la plaza haymarket, con el fin de expresar su protesta por los seis muertos y decenas de heridos que la empresa mc cormik había perpetrado contra indefensos obreros haciendo uso de su derecho a huelga.
Aproximadamente 15,000 hombres respondieron al llamado de los organizadores del acto y todos se apretaron aquella tarde fría y lluviosa para escuchar proclamas de venganza y frases enardecidas contra los ricos y los bandidos del orden. cuando la manifestación estaba por concluir, comenzaron a avanzar unos 180 policías dando órdenes que el mitin debería de concluir; al no ser obedecidos, levantaron sus armas en posición de fuego, y en esos precisos instantes cayó sobre los atacantes una bomba que llegó a matar a 7 policías, dejando heridos a sesenta. la respuesta no se hizo esperar;
cargaron con tanta furia que dejaron 38 obreros muertos y 115 heridos.
Como consecuencia de este hecho que conmocionó al país, las organizaciones obreras, sus diarios y las casas de los dirigentes anarquistas, fueron saqueadas brutalmente. la misma noche del incidente, chicago fue declarado en estado de emergencia y las tropas resguardaron militarmente los barrios obreros. cientos de sospechosos fueron a dar a la cárcel, entre ellos, los principales dirigentes de los trabajadores: fielden, schwad, Fischer, Engel, ligg, neebe, spies, parson; los cuales, después de un juicio infame y cobarde, pasarían a convertirse, en los “mártires de chicago”, por el sólo hecho de luchar por las 8 horas de trabajo y por una sociedad más humana.
José Martí, el apóstol de la independencia de Cuba y que fuera testigo de estos sucesos luctuosos, informó al mundo por medio de sus crónicas periodísticas, que no se pudo probar que ninguno de los 8 acusados de asesinato hubiera preparado ni encubierto siquiera una conspiración. los únicos testigos en su contra fueron los policías y cuatro “anarquistas” comprados, uno de ellos confesó de perjuro.

Lo que sí quedó claro, es que no se les acusaba de haber tirado la bomba sino de predicar la violencia para destruir el sistema político y económico de la nación. en otras palabras, fue un juicio a las ideas y no a ningún hecho punible por la ley y la constitución.

Pocas veces en la historia de la humanidad se pueden encontrar ejemplos tan pasionales y salvajes como los que ocurrieron en chicago aquel año 1886. todo desde un principio estuvo viciado: el tribunal, los testigos, las pruebas, los jueces, etc. querían darles una gran lección a los trabajadores de su país y así prepararon y consumaron una de las más grandes injusticias de todos los tiempos.

El 20 de agosto de 1886 fue leído el veredicto del jurado: spies, lingg, Fischer, Engel, Parsons, Schwab y fielden fueron condenados a muerte. en vísperas de la ejecución se les conmutó a los dos últimos la pena de muerte por la de prisión perpetua. a lingg, el experto en bombas, no lo pudieron llevar al patíbulo, pues se les escurrió a sus verdugos suicidándose con un diminuto explosivo que le destrozó la cara, el cuello y la laringe, muriendo seis horas más tarde.


Los discursos que los condenados pronunciaron al saber el destino que les aguardaba, han pasado a formar parte de la historia, no sólo por su belleza e inspiración, sino también por su heroísmo acrisolado, que aun a sabiendas de que eran víctimas de una conspiración infame, supieron mantenerse de pie hasta lo último, demostrándole así a sus asesinos y al mundo, que es posible morir con dignidad y que las grandes causas no perecen por el miedo (20).

Uno de los dignos luchadores de la 8 hora dijo: ¿queréis destruir a los agitadores? pues aniquilad a los patrones que amasan sus fortunas con el trabajo de los obreros, acabad con los terratenientes que amontonan sus tesoros con las rentas que arrancan a los miserables y escuálidos labradores…suprimíos vosotros mismos, porque excitáis el espíritu revolucionario…yo os digo que si la muerte es la pena que imponéis por proclamar la verdad, entonces estoy dispuesto a pagar tan costoso precio. ¡ahorcadme! la verdad crucificada en Sócrates, en cristo, en bruno, en juan huss, en galileo, vive todavía; éstos y otros muchos nos han precedido en el pasado. ¡nosotros estamos prontos a seguirles”. esto fue su discurso de augusto spies, 31 años, periodista y director del “arbeiter zeitung”, expresó frente al tribunal que le condenaba. asimismo, continuaron los mártires con su discurso, histórico, que nadie olvidará.