Día Ciento cinco

Por: Andrea Chirinos C.

Processed with VSCO with m5 preset

Hoy fue el último domingo de cuarentena.

Bueno, de cuarentena “oficial”. Porque bien sabemos todos que muchos dejaron de cumplirla al pie de la letra desde hace rato.

¿Qué es lo último que hice? Quedarme en casa, por supuesto.

Y realmente no tenía ganas de hacer nada más.

En estos meses no luché contra eso. Me adecué al distanciamiento social, las mascarillas y la apasionada desinfección de todo lo que venga de la calle.

Y poco a poco, me acostumbré a mi casa, me mimeticé.

Estás 15 semanas se pasaron volando y estamos a unos días de mitad de año. Mañana es navidad.

Estoy un poco preocupada, tengo que aceptarlo. No porque el tiempo se acorte, eso sucede cada año. Sino porque esto de no salir de casa ha calado realmente en mi.

El otro día por ejemplo, tenía que hacer unos trámites en el banco y estuve gran parte de la mañana buscando algún motivo para no hacerlo. No quería salir de casa.

Finalmente encontré la forma de hacerlo en línea. Problema solucionado.

¿Para qué salir de casa? ¿Para qué quitarme el pijama y alejarme de mis cómodas babuchas?

Si es que antes no tenía impecables habilidades sociales, ahora son casi nulas.

Eso preocupa.

La interacción con otros seres humanos además de mi familia se vuelve esencial, pero la falta de ganas se alza como una barrera indomable.

Necesito salir – pienso en un corto arrebato de cordura entre un capítulo de Dark y otro.

Pero regreso a la comodidad de mis babuchas.

No la he pasado mal. Han habido días buenos y malos. He tenido muchos trabajos, muchas discusiones, muchos arrebatos, juegos de cartas, episodios de friends y muchos vinos añadidos a la fila de alcohol ingerido en cuarentena.

Quizás de lo único que me arrepiento es no haber terminado el árbol que pinté en abril.

Espero algún día terminarlo, y espero también encontrar las ganas de salir de mi casa otra vez.