Desde el pasado viernes 18 de octubre, Cuba se encuentra sumida en un significativo apagón que ha afectado a casi toda su población, aproximadamente 10 millones de habitantes. Este evento se originó tras el fallo de la principal planta de generación eléctrica de la isla, lo que resultó en un corte total de luz. Aunque el suministro se reanudó de manera parcial el sábado 19, pronto volvió a interrumpirse. En ciertos sectores de La Habana, donde residen alrededor de dos millones de personas, se logró restablecer la electricidad, pero la mayor parte de la capital continúa sin luz.
La situación ya había alcanzado un nivel de “emergencia energética”, tal como lo expresó el jueves el líder del país, Miguel Díaz-Canel, tras el agravamiento de la crisis en las últimas semanas. Durante esta semana, se registraron días con un impacto del 50% en el suministro eléctrico. El régimen decidió suspender clases y actividades no esenciales hasta el jueves 24 de octubre, mientras los cubanos enfrentan un prolongado corte de luz y la llegada de una nueva tormenta tropical, el huracán Oscar, que azotó la costa oriental de la isla con vientos intensos y fuertes lluvias. Todo esto se produjo después de una noche en la que se llevaron a cabo protestas por parte de decenas de personas en barrios como Santos Suárez y en el centro de La Habana.
En las calles, algunos ciudadanos hacían sonar cacerolas, mientras que otros expresaban su descontento desde sus balcones y aquellos que denunciaron la falta de agua tomaron la decisión de obstruir las calles utilizando basura y desechos. A raíz de los disturbios ocasionados por la falta de luz en los últimos días, el régimen cubano comunicó mediante el dictador Miguel Díaz-Canel, el domingo en la televisión nacional, que “no vamos a permitir ningún vandalismo, ni que nadie perturbe la tranquilidad de la gente”.