El sodio es una sustancia esencial para que el cuerpo mantenga los líquidos en equilibrio, transporte oxígeno y nutrientes, y permita que los nervios se estimulen con la electricidad.
En nuestra vida diaria la sal de cocina es una de las principales fuentes de sodio en la alimentación, así como puede encontrarse en la leche, la nata, los huevos, las carnes, entre otros. Asimismo, el exceso de sal hace que nuestro cuerpo retenga más los líquidos, lo que causa el aumento del volumen de la sangre, incrementando a su vez la presión arterial.
Ingerir demasiada sal podría ocasionar daño a nivel renal. Dado que el riñón es uno de los órganos que más controla el equilibrio de sodio dentro de la sangre, se vería obligado a trabajar más de lo normal, pudiendo ocasionar problemas en su adecuado funcionamiento. El elevado consumo de sal también puede generar el síndrome metabólico, que es la mezcla de diabetes, hipertensión, dislipidemias y enfermedades cardiovasculares.
La nutricionista de la Clínica Anglo Americana, Claudia Serrano, mencionó que al aumentar la presión arterial se daña el endotelio (la pared de las arterias). Se vuelve muy rígido. Este necesita ser muy elástico para transportar la sangre. El resultado podría ser una arteriosclerosis o problemas de infarto.
Según la Organización Mundial de Salud (OMS), el consumo adecuado debería ser menos de 2 gramos de sodio o 5 gramos de sal, equivalente a una cucharita de té. En nuestro país, la mayoría de las personas consumen de 9 a 12 gramos de sodio (entre 4 y 6 gramos de sal) en promedio, más del doble de la ingesta recomendada.
Y.O.C.