Ricardo Sánchez Serra
Siempre hemos reconocido el trabajo policial, abnegado y sacrificado, pero debo mencionar el reprobable accionar de algunos oficiales en el evento del Papa Francisco en la Plaza de Armas previo al Angelus, el último domingo.
Estos malos oficiales se creían dueños de la plaza. El día anterior las autoridades del Arzobispado de Lima habían coordinado con la policía –con un coronel muy atento- en la Plaza por dónde sería el ingreso de los obispos, invitados y artistas.
Lo dispuesto fue cambiado, sin aviso alguno. No dejaban entrar a nadie, ni a los organizadores. Había otro coronel, joven, no bien educado y que trataba muy mal a invitados y organizadores.
La Plaza estaba vacía, se acercaba el Papa, la gente queriendo entrar, la policía recibía órdenes y contraórdenes. Había tarjetas de invitación amarillas, verdes y azules. Los participantes sabían por qué calles podían ingresar. La policía no dejaba entrar por ninguna. Y cada vez llegaba más gente, formándose una olla de presión a punto de explotar. “Entrarán por el jirón Huallaga”, decían, la policía que custodiaba esta última calle decía que vayan a Junín, después decían la entrada es por el Jirón de la Unión. Un peloteo. Mientras tanto la gente se desesperaba y atropellaba. Debo mencionar, en justicia, que había una robusta suboficial de la policía, que actuó con mayor criterio que sus oficiales, ayudando a entrar a niños con discapacidad, a los artistas, a algunos invitados. Era un amor de Dios.
El eficiente director ejecutivo de la visita papal, el padre Luis Gaspar, viendo la Plaza vacía, pedía por favor que ingresara la gente. Un coronel, apellidado Ladrón de Guevara, lo agredió y dijo después “alejen a ese curita, porque lo voy a meter preso”. Nuestra solidaridad con el padre Lucho, gran responsable del éxito de la visita papal.
Ese mismo oficial pidió a los bomberos que pongan el vehículo en forma transversal “para que la gente no visualice el paso del Papa y así se retire”. No quería dejar entrar a nadie y él mismo decía que “no tenía que dar explicaciones sobre sus decisiones a nadie”.
Al final no se sabía quién era el jefe de seguridad de la Plaza. Los policías confundidos decían que no dejaban ingresar a la gente por órdenes de Seguridad del Estado, otros decían que los responsables vaticanos de la seguridad papal eran los que habían pedido se cierre el acceso.
Se acercaba el Angelus, la gente se desesperaba más por ver al Papa. “El Papa es del pueblo”, gritaban y rompieron el cordón de seguridad en el jirón de la Unión. Entretanto, los organizadores dejaban entrar a la zona VIP a los más ancianos –que se encontraban parados horas de horas en la Plaza de Armas.
Ese coronel me hizo acordar a un oficial en el Callao que le decían “capitán veneno”. Era malo, malo de verdad.
El coronel debe pedir disculpas públicas al Padre Luis Gaspar.