Por: Alejandro Marco Aurelio Capcha Hidalgo
Periodista: Reg.: -N°- 4654-
Los periodistas con ética y deontología van en búsqueda de la verdad, se ven constantemente intimidados y amenazados por el poder de la corrupción que, en busca de inviolabilidad, e impunidad, ansían callarlos.
Como es de conocimiento que el poder y la corrupción van enlazados sólidamente, Son aliados con parentescos históricos en un malvado y perverso y negada relación en la que -todo vale- para obstruir y destruir al estilo sicariato de los Maras quienes pretendan a investigar y denunciar, porque la fiscalización de forma y fondo no los deja -LABURAR- lenguaje propio gansteril.
En vuestro Perú, la pusilánime y vergonzosa corrupción perversa promovida por la empresa Odebrecht, marcó un hito antes y un después en la percepción e impresión de un sector de la prensa que se mostró condescendiente, magnánimo y afable con la inmaculada empresa brasilera que -construyó lealtades crematísticas con algunos periodistas-. Entender qué los motivó a ponerse de su lado. Lo que sí deberían reconocer es que mirar para otro lado los manchó y afectó su prestigio y renombre.
La herencia de Martín Vizcarra y Pedro Castillo nos ha dejado una nueva generación de políticos. Algunos tienen un prontuariados y que vienen siendo investigados por la renovada justicia; y les indigna que la prensa les haya puesto sus pantallas revelando cotidianamente pruebas que los implican y comprometen.
El actual congreso se ha aprobado, en primera votación, una ley promovida por aquellos congresistas que teniendo rabo de paja pretenden acallar a los medios de comunicación y sus periodistas. Rebuscan la sinrazón para cazarlos, empapelarlos con la amenaza de aplicarles más tiempo en prisión y quienes se sientan agraviados reclamen impagables indemnizaciones. Qué tal conciencia de estos menesterosos de ir contra la libertad de expresión, e irrespetuosos de la Constitución.
En el ejercicio del periodismo se viene perdiendo los valores sistemáticamente todo por un interés pecuniario. La ética y deontología ha sido avasallada por la confrontación, el odio y la mentira. Se ningunea el respeto por la dignidad de las personas. Algunos, con descaro, y sin vergüenza se coludieron con gobiernos de turno construyendo historias negras para destruir a sus adversarios políticos.
Deplorable escenario, no creo, ni estoy de acuerdo que la prisión sea la mejor solución. Soy un ferviente convencido de que la autorregulación, cuando los actores asumen compromisos y límites en el desempeño de su función, es capaz de definir buenas prácticas y pactar sanciones, sin necesidad que intervenga el Estado para regular. Para lograrlo debe haber voluntad de ponerlo en práctica y sobre todo respetarlo.
La corrupción se ha fortalecido al aliarse con el poder. En sus redes han caído “periodistas” que santifican demonios, deshonestos jueces y fiscales que sorprenden con sus sentencias y persecuciones.
Escribiendo futbolísticamente el penal y la expulsión son las sanciones más severas. En este partido se juega mucho. Si se aprobaran las nuevas sanciones podrían sacar del campo a quienes ponen la pierna fuerte y sin anestesia contra la corrupción.
Es momento de MEDITAR. La buena prensa es un bien necesario. Aún estamos a tiempo de que otros buenos congresistas cambien su voto y ello espera el país para consolidar la democracia y expectorar la corrupción perversa.