Ricardo Sánchez Serra
Migrar es un derecho humano, reconocido por tratados internacionales, pero debe ser legal y sujeto a las normas de los países de destino.
La migración ilegal a Europa es un dolor de cabeza para los gobernantes, que se ven superados por esta ola. Además, algunos migrantes tratan de imponer sus costumbres, lo que provoca xenofobia y discriminación como reacción defensiva de la sociedad, y coloca en aprietos a las democracias, que terminan votando por opciones radicales.
Igual sucede en Estados Unidos, en donde cerca de un millón y medio de personas ingresan ilegalmente cada año, aumentando en parte la violencia, causando problemas en la seguridad nacional porque no se sabe quiénes ingresan y generando tensiones sociales y culturales. Asimismo, son abusados laboralmente. Todo ello entre los aspectos negativos.
El presidente Donald Trump había anunciado las deportaciones masivas de inmigrantes ilegales, delincuentes e indocumentados, en el marco de su programa “Tolerancia Cero”. Y está cumpliendo lo prometido, desarrollando redadas en centros comerciales, laborales, etc. Cabe mencionar, que en el último año del presidente Biden expulsaron a más de medio millón de personas.
Es de destacar que deportarlos a sus países es una buena idea, ya que anteriormente los inmigrantes ilegales eran encarcelados o expulsados a las fronteras.
México nunca aceptó que un avión militar con 80 migrantes deportados aterrizara en su territorio, y eso se está resolviendo diplomáticamente. Brasil, por otro lado, aceptó a los 88 migrantes, aunque se quejó de que iban encadenados, argumentando que esto violaba el acuerdo entre ambos países.
El caso de Colombia fue diferente. Autorizaron a los dos aviones con 160 deportados, pero mientras estaban en vuelo, el mandatario Gustavo Petro los desautorizó. Por esa bravata y falta de palabra, Trump se indignó e impuso duras sanciones a Colombia. A mi parecer, fue una provocación deliberada de Petro para enfrentarse como cabecilla de la izquierda latinoamericana y ganar réditos ante el rojerío internacional.
La intención de Petro de “pechar” a Trump fue imprudente y expuso a todo su país a sanciones, además de afectar las relaciones con Estados Unidos.