La poética del buen conversar, que se produce de corazón a corazón y que se reproduce con la mirada del verso, radica en saber escucharse y en ser escuchado
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Por Víctor Corcoba Herrero, escritor español
I.- CON TODO LO QUE ES HUMANO
Todo lo que encierra naturaleza libera humanidad,
procrea medio ambiente y crea amenos horizontes,
propaga entusiasmo con las dotes de dones y cruces,
fructifica los abecedarios y dulcifica las soledades,
siendo promotores del verbo y motores de la certeza.
Cada cuerpo humano es por sí mismo el carruaje,
un carruaje con espíritu de caminante transitorio,
en busca permanente de un destino más sublime,
hacia la perfección natural y sobrenatural del ser,
abierto a la ilusión de los lenguajes contemplativos.
Tampoco podemos apartar de nuestra percepción,
el deseo de cultivar y de corregir el diálogo entre sí,
con los variados y mudables talantes que éste luce,
pues lo vital es conocerse y reconocerse en el andar,
que ha de ser tan noble como el júbilo de la ascesis.
II.- CON EL INTERIOR DE CADA CUAL
Me turba esa existencia en diálogo con el silencio,
con la prioridad de la vida interior como centinela,
y la primacía de lo auténtico como sustento del yo,
que es lo que nos forma y transforma de verdad,
ansiosos como estamos de transparencia y amor.
El amor todo lo purifica y enternece de serenidad,
todo lo ilumina de quietud y lo alumbra de razón,
todo lo conjuga en un acuerdo de fibras halladas,
y todo lo enlaza en un pulso armónico de sonidos,
que embelesan con sus glosas y jamás envenenan.
Porque no hay mayor esencia que donar el fondo,
que conferir el perdón y perdonarse propiamente,
para restablecerse de las miserias de aquí abajo,
y restituirse con un lenguaje mental equilibrado,
en un quehacer de todos y de cada cual consigo.
III.- CON AQUELLO LLAMADO A SER VIDA
Yo también quiero ser nombrado a ser fortaleza,
deseo superar el propio ciclo en ruta como poeta,
suspiro por esa perennidad mística de lo invisible,
inspiración continua a mis humildes aspiraciones,
pues aunque el pasaje acaba en la muerte, ¡sueño!
Soñar con el ejercicio del tránsito hacia el poema,
nos hace recluirnos y abandonarnos internamente,
volver a repensar lo vivido y recomponer el pulso,
salir de los vicios y del vacío, rumbo a otro marco,
enmarcado en la bondad y marcado por las virtudes.
Nunca es tarde para remar, seduciendo mar adentro,
observando el lustre del rostro de Cristo en el alma,
descubriendo su rastro de esperanza en el tiempo,
ya que lo que nos trasciende es mirar hacia adelante
y a lo alto, ser dóciles a la dicha e indómitos al daño.