La explosión de un almacen el 4 de agosto en el puerto de Beirut, causó al menos 171 muertos y más de 6.000 heridos. Hasta la fecha el trauma por la explosión, sigue presente en los habitantes de Beirut, quienes a diario enfrentan la realidad de una ciudad totalmente destruida.
“Creía que era un bombardeo aéreo. Asocié el ruido con el que recordaba de la guerra de 2006”, cuenta Carla, quien en el momento de la explosión se encontraba en el balcón de su casa, en el barrio de Geitaoui. La publicista de 28 años vive actualmente en casa de sus padres, imposibilitada de poder regresar a su apartamento, por las noches no logra dormir.
Muchos son los trabajos de ayuda que se han realizado esta semana para salvar a las personas gravemente heridas y rescatar a los atrapados en los escombros. Sin embargo, el programa de salud mental, ha empezado a realizar labores tocando puerta a puerta para ayudar a las personas que presentan secuelas psicológicas de la explosión.
“Hablan y te dicen que eso les permite sentirse mejor, evacuar la ira”, explica Noelle Jouane, directora del programa de salud mental de la ONG, quien recalca que aún hay personas que les cuesta abrirse. “Me decía: ‘¿Por qué lloras? Tu familia está segura, otros han muerto. Es como si me sintiera culpable por haber sobrevivido”, manifiesta Tania de 32 años y madre dos hijos, quien se encontraba en la ciudad.
Por otro lado, Rima Makki, directora de actividades de salud mental de Médicos Sin Frontera, menciona que lo sucedido en Líbano es una mezcla de emociones con otros problemas sociales. “No olvidemos que (…) en Líbano toda la sociedad vivía ya bajo presiones psicológicas (…) Un incidente traumático de este alcance tendrá repercusiones evidentemente”, menciona.
N.M.O.M
