China, el gigante asiático, conocido mundialmente por tener la mano de obra más barata del mundo y por su exportación de juguetes, zapatillas y ropa de bajo costo ahora busca empoderarse en el campo tecnológico al igual que Japón.
Hace poco, China sorprendió al mundo con su primer avión de pasajeros de fabricación propia. Lo mismo hizo con su primer tren bala que viaja a 400 km/h y con sus carreteras inteligentes que van a recargar autos eléctricos en movimiento, sus robots o sus nuevos satélites.
Estas innovaciones forman parte del plan Made in China 2025 que busca convertir al país en una potencia industrial y tecnológica para lo cual vienen invirtiendo millones de dólares. Estas medidas se suman a las fábricas y centros de investigación que tiene Apple en su territorio y de automotoras como GM, Volkswagen y Toyota de los cuales adquiere conocimientos tecnológicos para su propio desarrollo.
La ejecución y evolución del plan chino ha despertado la ira de Donald Trump quien ha calificado la medida como un robo de tecnología que atenta contra la seguridad nacional y la libre competencia.
Trump lo considera un robo por las presiones que ejerce China a los inversionistas que extranjeros que operan en su país para que le transfieran tecnología directa o indirectamente a través de alianzas con empresas estatales chinas como condición para entrar a ese mercado asiático.
«Lo novedoso son las grandes cantidades de dinero destinadas a estos programas, en combinación con cambios más agresivos para presionar a las empresas extranjeras para que transfieran tecnología directa o indirectamente», le dice a BBC Mundo Douglas Fuller, experto en políticas tecnológicas chinas y profesor de la Universidad de Zhejiang.
C.Q.R.