Ricardo Sánchez Serra
Con pie firme la canciller Ana Cecilia Gervasi se encuentra haciendo respetar la imagen del Perú internacionalmente, contra la intromisión en los asuntos internos de nuestro país, en especial por parte de los jefes de Estado de México, Manuel López Obrador y Colombia, Gustavo Petro.
Era necesario la mano dura con guante de seda de Gervasi y del Gobierno, como un aviso también para que otros gobiernos no se metan en lo que no saben o por ceguera ideológica, que es que el mandatario Pedro Castillo pretendió hacer un golpe de estado, violando la Constitución y que Dina Boluarte le correspondía la presidencia en perfecta sucesión constitucional.
Esto por un lado. Lamentamos que la presidente Dina Boluarte no viaje a Brasil para la asunción de Lula, no solo porque es un país sumamente importante para el Perú, sino porque podía entrevistarse cara a cara con otros mandatarios, no solo para aclarar lo sucedido (“llevar personalmente el mensaje de la normalidad democrática y constitucional”, como advirtió la canciller), sino para tender puentes directos de diálogo y mejoramiento de las relaciones bilaterales. Es conocido que la diplomacia presidencial es sumamente eficaz.
Hay tareas pendientes e inmediatas que solucionar en su sector, que es botar, sí, botar, a esos diplomáticos retirados arribistas que se treparon con Castillo, destrozaron la tradicional política de Torre Tagle y ahora pretenden subirse al carro de la presidente Boluarte, enfermos por el poder y ambiciosos por el dinero, para seguir haciendo daño.
Esos perversos y maléficos asesores no deben estar con Boluarte ni con Gervasi, porque significaría continuismo con quienes apoyaron la corrupción, por lo que la canciller, reitero, tiene la gran oportunidad de reparar los estropicios y trastornos ocurridos por esa caterva.
En la pasada Administración, nos peleamos con países amigos, se seguía órdenes del Foro de Sao Paulo. Se cambiaron votos tradicionales en las NN. UU. Por intereses personales se estropearon los grandes intereses nacionales, rememoro. En anterior oportunidad nos referimos públicamente a todas las falencias. Esa etapa de vergüenza debe ser superada.
Ya se dieron por terminadas las funciones de los embajadores políticos en Guatemala y Noruega. ¿Y los demás? No solamente hicieron mucho daño, sino que también ocupan puestos para los embajadores más jóvenes. ¿No es injusticia?
Se perjudicaron las relaciones con Marruecos, un país influyente en la comunidad internacional, y que esa gentuza minimizaba. Nuevamente: intereses particulares por encima de los nacionales.
Continuamos con el problema de adquisición de los fertilizantes para los dos millones y medio de agricultores. Cuatro licitaciones fallidas.
¿Cuándo se van a reparar las relaciones con Marruecos, que ofreció, en cooperación, 125 millones de dólares en fertilizantes? Todo se paralizó por reconocer a un Estado inexistente y peor aún, que no beneficia al Perú en nada. Una idiotez.
Está claro que el Perú tiene que realizar gestos para normalizar las relaciones, reitero, tender puentes teniendo al comunicado del 18 de agosto como referencia.
Recomponer las relaciones con Israel, reabrir la Embajada en Bakú. Abrir embajadas en países africanos -que lo vienen anunciando desde hace cinco años-, ampliar la CAN. Hay mucho por hacer en tan corto tiempo. Basta voluntad.
Como anécdota, conversé recientemente con un amigo, compañero de Gervasi de la Universidad Católica y me aseguró que la canciller “era muy seria y estudiosa, la primera de la clase, de lejos la mejor”.