Decenas de miles de hectáreas han sido arrasadas en todo el mundo por las altas temperaturas y las sequías. La agencia de la ONU para el medio ambiente informa que esta destrucción seguirá en aumento. Es necesario adaptar los bosques naturales al cambio climático, lo que incluye tomar medidas de conservación, protección y restauración que prevengan la deforestación y los incendios.
Este verano, en un deprimente escenario familiar, el mundo ha tenido que lidiar con devastadores incendios forestales, una ilustración muy visible y muy dañina de la crisis climática.
En Estados Unidos, varios estados luchan contra los incendios forestales, incluso en Alaska, donde a mediados de julio fueron destruidos por el fuego más de 1,2 millones de hectáreas de tierra.
En California, tan solo un incendio cerca de la cordillera de la Sierra Nevada quemó más de 6000 hectáreas y obligó a 3000 personas a abandonar sus hogares. Según el diario británico The Guardian, más de 2,2 millones de hectáreas de tierra se quemaron en Estados Unidos este año, aproximadamente un 70% más que el promedio de 10 años.
En Rusia, más de 6000 incendios forestales habían comenzado a fines de junio, cubriendo más de 809.000 hectáreas de tierra, la mayoría en el extremo este del país y Siberia.
Los incendios forestales también se destacan en toda Europa, sobre todo en Francia, Portugal, España y Grecia, países que han experimentado temperaturas récord y largos períodos de sequía. Decenas de miles de personas han sido evacuados, mientras cientos de miles de hectáreas han sido destruidas en todo el continente.
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El humo de los grandes incendios en Estados Unidos ha generado problemas para la calidad del aire y la salud en puntos alejados del país.
El cambio climático mata
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, durante una visita a la región de Extremadura, al suroeste del país que ha sido golpeada duramente por los incendios forestales, dijo: “El cambio climático mata: mata a la gente; también mata nuestro ecosistema, nuestra biodiversidad, y también destruye las cosas que como sociedad apreciamos: nuestras casas, nuestros negocios, nuestro ganado”.
Sin embargo, aunque este tipo de catástrofes en Europa han llamado la atención pública con muchos titulares de prensa, los que se producen en los países en vías de desarrollo son mucho más devastadores y comunes, puesto que las autoridades a menudo carecen de equipos de extinción de incendios adecuados.
Los incendios comienzan debido a una serie de factores que incluyen las altas temperaturas, la humedad y la falta de humedad en árboles, arbustos y pastos. A eso se le suman veranos más largos, más cálidos y secos. Por ese motivo, no es sorprendente que estemos viendo incendios forestales más frecuentes y de mayor duración en todo el mundo.
Parece que estos desastres serán aún más frecuentes. Las predicciones del informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, publicado a principios de este año, menciona que los incendios extremos podrían aumentar hasta un 14% para 2030, un 30% para fines de 2050 y un 50% para fines de siglo.
Alimentando el cambio climático
Mientras las llamas destruyen propiedades, tierras y vidas, por si fuera poco, también liberan CO2, agravando aún más la crisis climática.
“Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), los incendios forestales generan hasta un tercio de las emisiones de carbono de los ecosistemas globales, un fenómeno que exacerba el cambio climático”, dice Robert Stefanski, jefe de la Comisión de Meteorología Agrícola de la Organización Meteorológica Mundial.
Sin embargo, hay muchos otros factores que contribuyen a los incendios forestales.
“La deforestación, el drenaje de la turba, la expansión o el abandono de la agricultura, la supresión de incendios y los ciclos intersemanales como El Niño-Oscilación del Sur, pueden ejercer una influencia más fuerte que el cambio climático en el aumento o la disminución de los incendios forestales»
El Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copernicus, de la Unión Europea, reveló que en julio pasado se estableció un récord cuando se liberaron 1.258,8 megatoneladas de CO2 a la atmósfera; más de la mitad de ese dióxido de carbono fue atribuido a incendios en América del Norte y Siberia.
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Los incendios forestales en Australia son un muestra más del avance del cambio climático.
No solo aumenta el número, también la intensidad
El doctor Mark Parrington, científico principal de Copernicus, afirma que, aunque en las últimas dos décadas se han producido menos incendios a escala mundial, en algunas regiones, como el oeste de Estados Unidos y Siberia, se han registrado muchos más. Y su intensidad aumenta.
«Los datos muestran que algunos de estos incendios arden ahora a gran intensidad y con mayor duración en los últimos años», afirma Parrington. «Antes los incendios forestales extremos eran más aislados y ardían durante pocos días. Sin embargo, en los últimos años se ha visto que arden durante varias semanas».
El factor clave en la intensidad de los incendios forestales es la temperatura de la superficie: “Al intensificar su principal factor impulsor, el calor, el cambio climático causado por el hombre aumenta los incendios forestales. Por tanto, el calor del cambio climático seca la vegetación y acelera la quema”, explica Stefanski.
Pero los factores no climáticos también provocan incendios forestales.
“Las empresas agrícolas, los pequeños agricultores y los pastores de ganado en muchas áreas tropicales talan bosques e intencionalmente provocan incendios para despejar campos y pastizales. Las ciudades, los pueblos y las carreteras aumentan la cantidad de incendios que provocan las personas. Los gobiernos de muchos países suprimen los incendios, incluso los naturales, produciendo acumulaciones no naturales de combustible en forma de residuos leñosos gruesos y densos rodales de árboles pequeños. Las acumulaciones de combustible causan incendios especialmente graves que arden en las copas de los árboles», expone el científico.
Adaptar los bosques
Entonces, ¿qué se puede hacer para prevenir los incendios forestales?
Se necesita adaptar los bosques tanto los naturales como los administrados (ya sea por el sector público o privado), lo que exige aprobar medidas de conservación, protección y restauración.
Además, en los bosques administrados, las opciones de adaptación incluyen la gestión forestal sostenible, la diversificación y el ajuste de la composición de las especies arbóreas para aumentar la resiliencia. También supone la gestión de los riesgos crecientes de plagas y enfermedades e incendios forestales.
“La restauración de los bosques naturales y de las turberas drenadas, así como la mejora de la sostenibilidad de los bosques gestionados, en general, aumenta la resiliencia de las reservas y los sumideros de carbono«, añade Stefanski.
© Grupo Ecológico Sierra Gorda IAP
Brigada contra incendios en la Sierra Gorda de Querétaro
Tener en cuenta a los pueblos indígenas
Los pueblos indígenas tienen sus propias técnicas para prevenir los incendios forestales, incluida la quema controlada, en la que se encienden pequeños incendios para eliminar el follaje muerto altamente inflamable del bosque.
“La cooperación y la toma de decisiones inclusiva con las comunidades locales y los pueblos indígenas, así como el reconocimiento de sus derechos inherentes son parte integral de una adaptación forestal exitosa en muchas áreas”, dice Stefanski.
En última instancia, la única forma en que habrá una disminución de los incendios forestales es si se aborda el cambio climático de manera integral.
Esto significa que los países presenten compromisos mucho mayores reduciendo las emisiones se puede revertir el aumento de la temperatura global, tal y como se comprometieron en el Acuerdo de París.
También es importante educar a la población: una sola brasa de la barbacoa o un cigarro puede tener consecuencias devastadoras, mientras el calor del tubo de escape de un coche es suficiente para prender fuego a las hojas secas.
Puesto que se prevé que los incendios forestales aumenten en frecuencia e intensidad, los gobiernos tendrán que invertir más en equipos y personal de lucha contra el fuego, así como garantizar que las viviendas de las zonas de alto riesgo tengan un alto nivel de seguridad contra incendios.