Argentina derrotó 2-0 a Polonia en su último partido por el grupo C y terminó clasificando como primero, por lo que en los próximos días deberá enfrentar en octavos de final a la selección de Australia, que se coló segunda en el D. Los goles argentinos llegaron en el segundo tiempo por parte de Alexis MacAllister y Julián Álvarez. El elenco albiceleste, con una gran actuación de Lionel Messi y mostrando un elenco compacto y firme, fue infinitamente superior a la pobre exhibición de Polonia, que terminó clasificando segundo por diferencia de goles.
Espera tranquilo
El fútbol es como el bondi, ese que todos los días tomás para ir al trabajo o al liceo; pasará unos minutos tarde o vendrá tan lleno que casi no podrás entrar, pero pasa y vos llegás. Argentina tenía que ganar para clasificar, pero además debía ganar porque era infinitamente superior a Polonia. Costó, demoró, pero llegó con luz y, con ello, la clasificación como primero del grupo.
El ambiente desde horas antes de que comenzara el partido fue excepcional. La gente saltando, gritando, caminando por la cornisa de la clasificación con la certeza de que su equipo lo resolvería.
No hubo medias tintas y el juego fue de un lado para el otro desde el arranque. Argentina atacó por el lado de Ángel Di María, pero Polonia corrió la cancha para ponerla cerca de Robert Lewandoski. Eléctricos minutos iniciales, con ríos de adrenalina entre los 974 contenedores del estadio que se desarmarían como se desarmó la ilusión de Polonia cuando terminó el partido, hasta que después revivieron con un gol ajeno.
De a poco, el juego se fue acercando al arco de Wojciech Szczęsny, el golero polaco. Un encuentro de Messi con Di María dejó al 10 con posibilidades de maniobra para encontrar espacio para su zurda, que se sacudió y obligó al arquero polaco a una gran atajada. No fue la primera ni la última.
Argentina fue más en los primeros 20 minutos, pero sobre todo cuando pasaba por Messi para armarla o para terminarla. Polonia, a quien favorecía el empate, se soltaba con desplazamientos largos y un tanto toscos, con los que igual obligaban a la línea final argentina.
Di María se vino a la izquierda para desbordar con su pierna hábil, y Mac Allister pasó a la derecha asociándose con Rodrigo de Paul mientras Messi andaba en la vuelta con toda su peligrosidad.
Un tiro cruzado de Marcos Acuña después de una jugada de Julián Álvarez encendió al estadio, que empujaba contra los contenedores del arco polaco. La cancha estaba en bajada para ese lado, y si los polacos recuperaban la pelota la tiraban en subida para el pobre Lewandowski, que parecía un ciclista amateur subiendo a un puerto de máxima categoría en el Tour de France. Dos líneas de cuatro y Lewandowski arriba como si fuese el Luis viéndola pasar.
¡Un penal!
El martilleo argentino ya era insoportable para los polacos, y estaba clavado que esto iba a pasar, aunque no de la forma en que sucedió, con un penal de esos que sólo se cobran con VAR, por un manotazo en la salida del arquero. No está bien que el VAR no logre resolver para bien esas situaciones que sólo mecánicamente dejan dudas pero el arte del juego las desconoce.
El penal lo pateó Messi, pero Szczęsny pagó la deuda del Mundial 78, cuando el Pato Ubaldo Matildo Fillol se lo atajó a Kazimierz Deyna en Rosario, y volcándose contra su izquierda le atajó el penal a Messi. No importa. Siguió el vendaval argentino y los polacos, muy toscos, muy primarios, se protegían con papel de diario.
Me puse a pensar cómo escribiría sin ser pedante o infumable que este partido lo ganaría Argentina. Por lo expuesto, no había forma de que no fuese así, pero en eso terminó el primer tiempo sin goles y con una mochila nuevita que cada futbolista argentino se llevó al vestuario, multiplicada por cada uno de los 45 millones de sus connacionales y por muchos de nosotros, sus primos hermanos de enfrente.
Ahí viene
Y pasó lo que tenía que pasar. Ni bien empezó el segundo tiempo hubo una combinación profunda por la derecha y el pase al centro del área de Nahuel Molina para que MacAllister se vistiera de Messi y la cruzara contra el palo derecho del arquero polaco para poner el 1-0. Ustedes no me creerán, pero yo estaba con el mate y se los recontradije mientras me agarraba un pan con grasa: se lo gana Argentina, y apostillé de manera desubicada: “Son horribles los polacos”.
Por un par de minutos unos conocidos de Lewandowski se acercaron para acompañarlo un poco, pero al rato otra vez lo dejaron más solo que el uno.
Argentina no paraba de atacar, y Messi hacía de Messi, con ganas y calidad. Entonces no fue de extrañar que a los 67 llegara el segundo albiceleste, producto de una notable definición en el área de Julián Álvarez después de un gran pase de Enzo Fernández. Y Messi seguía haciendo de Messi y le propuso el tercero a Álvarez, que definió del lado de afuera de la red para que todo siguiera 2-0.
Polonia, que a esa altura hacía equilibrio con el infierno al estar pendiente de la diferencia de goles con México y las tarjetas amarillas, corría la cancha detrás de la pelota ajena mientras Argentina la hacía correr de costa a costa.
Un pase atrás de un polaco dejó solo a Lautaro Martínez, que había entrado por Julián Álvarez, y el delantero la tiró afuera. Ahí entró desesperado el médico polaco a la cancha, como si fuera alguien que entra de la tribuna, a decirle a Szczęsny que la durmiera, que estaban clasificando por tener una amarilla menos que México, que le estaba ganando 2-0 a Arabia Saudita y, por lo tanto, quedaba con la misma diferencia de goles y la misma cantidad de goles a favor.
Bastante penosa la postura polaca de poner la bañadera para clasificar por una amarilla menos. Argentina la movió y no le hizo asco a buscar el tercero que hubiese dejado afuera a los polacos, quienes unos minutos después del pitazo final festejaban su clasificación por el gol de Arabia Saudita que hizo terminar el partido con victoria de México 2-1.
¿No les dije que Argentina iba a ganar y que iba a ganar bien? Por el bien del fútbol, Argentina sigue.