Ricardo Sánchez Serra
Parafraseando a Shakespeare en su monumental obra Hamlet, aparece la frase “algo huele mal en Dinamarca”, que significa que las cosas no andan bien, hay una decadencia moral, por lo que la Cancillería huele a podrido.
Torre Tagle ha perdido su tradicional prestigio y no hablemos de la institución, otrora orgullo de los peruanos, sino de ciertos personajes que la conducen y que ponen su marca, fatal, que ensombrece a la institución.
No hay una política exterior clara, sino actualmente una agenda roja, dictada por el Foro de Sao Paulo, como son los casos de la firma del Acuerdo de Escazú y el restablecimiento de relaciones de un ente como la República Saharaui, que ni siquiera tiene las condiciones para ser un Estado, de acuerdo al derecho internacional y por eso no es reconocida por las Naciones Unidas o por la Unión Europea.
Lo de Escazú, ya nos referimos que afecta la soberanía nacional y dificulta las inversiones. El caso saharaui, es muy extraño, porque aparte que es un rezago de la guerra fría y que en Tinduf, la población saharaui vive secuestrada, la posición tradicional del Perú era una neutralidad positiva que dejaba en manos de las Naciones Unidas.
Hay una clarísima falta de credibilidad y confianza en la Cancillería. Un día reconocen a la RASD, otro día congelan las relaciones, vuelven a restablecerlas, las rompen y recientemente vuelven a restablecerlas. Es claro que aquí no hay razones principistas, aunque lo afirmen, sino intereses ideológicos de una camarilla y, personales con objetivos subalternos. Justo desde el lunes el seudo canciller de la RASD Ould Salek estuvo en la Cancillería y departió con Gustavo Lembcke, director general de África del Ministerio de RR. EE y con el ministro César Landa.
Cuando se quiere algo todo se hace a velocidad supersónica, todo lo demás anda con la velocidad de la tortuga y hasta a muchos embajadores extranjeros se les pasea.
Lo desastroso es que se mella la imagen del Perú a nivel internacional, como un país no serio, ni confiable.
Se afecta la integridad territorial de un país como Marruecos -y que es un búmeran contra nuestras propias fronteras-, se hace una ruta para el mejoramiento y desarrollo de las relaciones con esa nación árabe y africana y después se tira todo a la borda. Esto es irresponsabilidad y deslealtad. No se puede jugar así con un país y aventurarse a que nos rompan las relaciones -que es su derecho-, por, reitero, intereses particulares y no nacionales.
Y eso que no nos referimos a los acuerdos con esa nación por los fertilizantes. Este Gobierno, esta pandilla que maneja la Cancillería, prefiere que los agricultores no tengan los fertilizantes y matar así al país de hambre. Por eso digo, intereses particulares que van contra los intereses nacionales. ¿Por qué no se investiga esto? Esto también es traición a la patria, por lo menos moralmente. El Congreso de la República (y sus comisiones de RR. EE. y Fiscalización) en su rol de velar por los intereses de los peruanos, debe investigar tanto al canciller, como a quienes están detrás y le dirigen.
Se traiciona a otro país, al que se le promete el voto para un foro, para favorecer a otro, que probablemente llegó con regalitos. Se maltrata al personal diplomático, como nunca antes, se deciden todos los ascensos. Es una barbaridad.
Se saca al excanciller Popolizio como representante peruano en la ONU y se trata de degradarlo; se nombra hace un par de semanas al exvicecanciller y embajador Chávez a la ONU, también se le aparta, dicen que va a Bruselas. Nombran al exvicecanciller y embajador Talavera como representante en la OEA e igualmente se le expectora a los pocos días.
Todo lo sucedido es una vergüenza para el Perú. Y me quedo con el tango Cambalache, del compositor Enrique Santos Discépolo, que dice así:
“Que el mundo fue y será una porquería
Ya lo sé…
¡En el quinientos seis
Y en el dos mil también!
Que siempre ha habido chorros
Maquiavelos y estafa’os
Contentos y amarga’os
Valores y dublé…
Y si lo escuchan completo, parece que se refiriera a la realidad peruana.