En una época en la que la palabra escrita era un acto de rebeldía, Bernardo de Monteagudo encontró en el periodismo un arma tan poderosa como el fusil. Su legado no solo se inscribe en las gestas militares de la independencia sudamericana, sino también en el nacimiento del periodismo político en el Perú.
Llegado a Lima en 1821 junto al ejército libertador de José de San Martín, Monteagudo no tardó en dejar su huella en la prensa peruana. Desde el gobierno del Protectorado, se convirtió en una de las voces más influyentes del proceso emancipador. Como director del periódico El Pacificador, utilizó sus páginas para impulsar ideas revolucionarias y encender el debate sobre el nuevo orden republicano que debía nacer.
El Pacificador no era un medio neutral. Fue un instrumento político y pedagógico que sirvió para formar opinión, denunciar abusos del sistema colonial, y promover la abolición de la esclavitud, la libertad de prensa y la construcción de un Estado moderno. Monteagudo entendía que el Perú no se podía liberar solo por la fuerza de las armas, sino por el despertar de la conciencia pública.
“Su periodismo fue combativo, doctrinario y frontal. Su objetivo no era entretener ni complacer, sino transformar”, explica el historiador peruano Antonio Zapata. “Monteagudo fue pionero en convertir la prensa en un motor de cambio social en el Perú”.
Su periodismo fue combativo, doctrinario y frontal. Su objetivo no era entretener ni complacer, sino transformar”, explica el historiador peruano Antonio Zapata. “Monteagudo fue pionero en convertir la prensa en un motor de cambio social en el Perú”.
Pero su estilo directo y su pensamiento radical le valieron enemigos. Sus ideas incomodaban a los sectores conservadores, tanto limeños como extranjeros. El 28 de enero de 1825, fue asesinado a puñaladas mientras caminaba por las calles de Lima. Aunque se capturó al autor material, José Pagaza, las verdaderas motivaciones y autores intelectuales del crimen nunca se esclarecieron del todo. Todo apunta a un crimen político, destinado a silenciar una de las voces más incómodas y revolucionarias del proceso independentista.
Su muerte violenta marcó el fin de una carrera brillante, pero también el inicio de un legado periodístico que hoy es reconocido como una de las raíces del periodismo político peruano.
Monteagudo demostró que el periodista puede ser protagonista de la historia. Con su pluma agitó conciencias, desafió imperios y ayudó a forjar la independencia desde la tinta. En el Perú, su nombre debería estar al lado de otros grandes precursores del periodismo que entendieron que la libertad no se conquista sin palabra libre.
