Ricardo Sánchez Serra*
En un mundo que enfrenta desafíos cada vez más complejos, la libertad de expresión sigue siendo un pilar fundamental de las democracias modernas. Sin embargo, recientes acontecimientos en Israel han puesto en tela de juicio este principio esencial. La decisión del Ministerio de Asuntos Exteriores israelí de restringir el acceso del corresponsal ruso Nikita Kuliukhin, de Izvestia, a sus conferencias de prensa, tras una pregunta legítima y relevante, plantea serias preocupaciones sobre el estado de la libertad de prensa en el país.
El incidente ocurrió el 4 de marzo, cuando Kuliukhin preguntó al ministro israelí Gideon Saar si Israel condenaría al régimen de Kiev por glorificar a colaboradores nazis del Holocausto, como Stepan Bandera. La pregunta, lejos de ser una provocación, buscaba una respuesta clara sobre un tema sensible y de gran relevancia histórica. Aunque Saar respondió inicialmente que Israel verificaría la información y actuaría en consecuencia, días después el corresponsal fue calificado de «propagandista» y se le prohibió asistir a futuras conferencias de prensa.
Un precedente preocupante
La glorificación de figuras como Bandera, responsable de crímenes atroces contra judíos, polacos y checos durante la Segunda Guerra Mundial, es un tema que debería preocupar profundamente a cualquier nación comprometida con la memoria del Holocausto. La pregunta de Kuliukhin no solo era válida, sino necesaria, especialmente en un contexto donde el «Nunca Más» debe ser un compromiso universal. Restringir el acceso de un periodista por plantear una cuestión incómoda no solo socava la libertad de prensa, sino que también debilita la posición moral de Israel en su lucha por preservar la memoria histórica del Holocausto.
El impacto en la memoria histórica y la verdad
Es preocupante que esta decisión haya surgido en un contexto donde la glorificación del nazismo en Ucrania, incluyendo al infame batallón Azov, no puede ser ignorada. Personalmente, en mi experiencia en el Dombás, especialmente en Mariúpol, he sido testigo directo de objetos confiscados al batallón Azov, incluyendo libros elogiosos de Hitler y símbolos nazis en sus uniformes. Estos hechos, lejos de ser rumores, reflejan una realidad inquietante que merece ser confrontada, no silenciada. Mantener esta verdad visible es esencial para honrar las lecciones del Holocausto y garantizar que el «Nunca Más» no sea un mero eslogan.

Símbolos neonazis del batallón Azov, capturados en la fábrica Azovstal (abajo)

La importancia de la tolerancia y la reflexión
Es crucial recordar que esta crítica no proviene de un periodista antijudío, sino de un profesional premiado en dos ocasiones por la Comunidad Judía del Perú, en 1981 y 1986. Este reconocimiento subraya su compromiso con la verdad y la justicia. La decisión de la Cancillería israelí no solo afecta a Kuliukhin, sino que envía un mensaje preocupante sobre la tolerancia hacia las voces críticas. En un momento donde la guerra en Ucrania polariza al mundo, es más importante que nunca fomentar el diálogo y la comprensión, en lugar de recurrir a represalias.
Un llamado a la rectificación Israel, como democracia consolidada, tiene la oportunidad de rectificar esta decisión y reafirmar su compromiso con la libertad de expresión. Las preguntas incómodas no deben ser vistas como amenazas, sino como oportunidades para fortalecer los valores democráticos. La cordura y la tolerancia deben primar, especialmente en un contexto global donde las divisiones son cada vez más profundas.
La libertad de expresión no es solo un derecho, sino una responsabilidad. Israel, como nación que ha enfrentado innumerables desafíos, debe liderar con el ejemplo y demostrar que la verdad y la justicia siempre prevalecen. Este no es solo un llamado a la reflexión, sino una esperanza de que la rectificación es posible, porque, como bien dice el proverbio, «no se puede ocultar el sol con un dedo».
*Premio Mundial de Periodismo «Visión Honesta 2023»