El fallecimiento de la Señora de Cao, la primera gobernante mujer del antiguo Perú cuyo territorio abarcaba el valle Chicama en la región La Libertad, marcó el comienzo de un extenso periodo de veneración por parte de los mochicas, que perduró aproximadamente un siglo.
Después de más de 17 años desde el descubrimiento de su fardo funerario, el arqueólogo Régulo Franco Jordán sostiene la convicción de que la tumba de la Señora de Cao era, de hecho, un mausoleo erigido para rendirle veneración en el templo mochica más significativo, situado hace 1,700 años en la huaca Cao Viejo, parte del complejo arqueológico El Brujo, ubicado a unos 60 kilómetros de Trujillo.
En una conversación con un medio local, Franco Jordán sostiene que las pruebas respaldando su hipótesis están en el suelo de la tumba de la Señora de Cao. Se han descubierto al menos 100 marcas oscuras, algunas con tonalidades rojizas, resultado de la quema de incienso sobre cerámica. La temperatura generada por este ritual dejó marcada en el suelo la evidencia de esta ceremonia religiosa.
“Cuando ella muere le preparan un recinto mausoleo para que la veneren, como una diosa o semidiosa, pero también a los que la acompañaban, pues no estaba sola, sino aparentemente con su familia. Parece ser que el sacerdote principal que la acompaña tiene un vínculo familiar muy fuerte, pero eso lo sabremos con los resultados de los exámenes de ADN mitocondrial que obtendremos en el 2024”, señala.
Según el investigador peruano, los mochicas veneraban a su gobernante debido a los poderes sobrenaturales que poseía, incluyendo habilidades curativas y una conexión especial con el cielo. Estas cualidades y dones le otorgaron una fama excepcional que se extendió desde Piura hasta Nepeña, e incluso podría haber alcanzado Huarmey.
La Señora de Cao no fue sepultada en solitario; compartió su tumba con una serie de individuos que inicialmente se creía que formaban parte de su séquito y que fueron sacrificados con el propósito de servirle en el más allá, según la cosmovisión mochica. No obstante, las personas enterradas junto a la primera gobernante mochica podrían haber tenido una conexión mucho más estrecha.
De acuerdo con Régulo Franco, junto a la Señora de Cao fue enterrada una joven, actualmente identificada como una adolescente proveniente de otro lugar. Existe una alta probabilidad de que esta joven haya sido su asistente, ya que se observan indicios de conexión y pertenencia, así como una relación con las funciones que desempeñaba la Señora de Cao. Cerca de su cabeza y en la parte superior, los moches colocaron los restos humanos de otro adolescente al que él denomina «el guardián».
En la sección inferior del muro sur, adornado con murales impresionantes, se encuentran tres fosas. La fosa central se atribuye al sacerdote principal, quien se cree que en vida dirigía ceremonias de masticación de coca. Su atuendo, los tatuajes y otros elementos encontrados refuerzan esta hipótesis.
En la iconografía mochica, se representa a un grupo de oficiantes dirigidos por este sacerdote u otros de la misma época, participando en una ceremonia de masticación de coca vinculada al arcoíris.
“Aquí hay dos opciones: están haciendo una ceremonia muy fuerte grupal de oficiantes, liderada por él, para contener el Fenómeno El Niño, o están pidiendo agua, que es otro problema relacionado con este evento natural; sin embargo, yo me inclino por la primera opción, pues el Fenómeno El Niño es un elemento amenazante, que sí ha repercutido en el desarrollo de los mochicas de hace cientos años atrás”, agregó.