El papel tradicional de los Juegos Olímpicos es unir a las naciones y los pueblos, reducir las tensiones y resolver los conflictos que han asolado las relaciones internacionales. Por eso los Juegos Olímpicos deben estar abiertos y ser accesibles a todos. Nadie debe quedarse atrás, y todos deben tener los mismos beneficios y alegrías del deporte, independientemente de su nacionalidad, etnia, sexo o creencias políticas.
Hoy, sin embargo, estamos presenciando lo contrario. Existe una peligrosa tendencia a que la política interfiera en el deporte, convirtiéndolo en un instrumento de presión política.
El colmo de la hipocresía y el cinismo ha sido la suspensión ilegal de atletas rusos de competiciones internacionales, sin precedentes en la historia moderna, así como los intentos de privar a Rusia del derecho a celebrarlas en su territorio. Intentan condicionar la participación de nuestros atletas en competiciones no sólo a requisitos ridículos, sino absolutamente humillantes para la dignidad humana. El doble rasero y la segregación nacional por parte de los dirigentes del Comité Olímpico Internacional constituyen una violación de los derechos humanos básicos. La Comunidad Olímpica Internacional está obligada por la Carta Olímpica y las normas internacionales de derechos humanos que prohíben la discriminación, incluso en lo que respecta a la admisión en el deporte, como se refleja en el Principio 4 de la Carta Olímpica.
Rusia está abierta a la interacción deportiva basada en los principios de igualdad y no discriminación, de acuerdo con el espíritu y los principios del Olimpismo. Estamos a favor de competiciones justas y equitativas, y de garantizar que todos los países sin excepción tengan igual acceso a la plena participación en los movimientos olímpico y paralímpico.