La histórica e inédita emergencia hídrica que padece Uruguay ha provocado una crisis para el Gobierno del presidente Luis Alberto Lacalle Pou y un estado de incertidumbre generalizado, ya que la prolongada sequía puede agravar todavía más la crisis.
El malestar de la ciudadanía es creciente. Desde el mes pasado, las autoridades reforzaron las recomendaciones para limitar el consumo de agua y, a su vez, tomaron medidas que provocaron que el líquido duplicara sus niveles de salinidad, ya que optaron por abastecerse de agua del Río de la Plata, que suele estar salinizada por su cruce con el Océano Atlántico.
Por eso, la estatal Obras Sanitarias del Estado (OSE) tuvo que solicitar al Ministerio de Salud Pública que permitiera aumentar los niveles de sodio, que pasaron de 200 miligramos por litro (el máximo permitido por la Organización Mundial de la Salud) a 440.
«Si vamos a puntos técnicos, el agua no es potable en la definición perfecta de potabilidad, pero si bebible. Lo que nosotros decimos es que el agua es consumible», advirtió en mayo el ministro de Ambiente, Robert Bouvier, en una declaración que aumentó la confusión y la desconfianza hacia el líquido que está saliendo de las tuberías.
El Gobierno reconoció que el agua no era apta para embarazadas y personas con enfermedad renal crónica, insuficiencia cardíaca, cirrosis o hipertensión arterial.
También recomendó reducir tiempos en la ducha, limitar el agua en el aseo personal y la limpieza del hogar, encender el lavarropas y el lavavajillas solo con cargas completas, usar recipientes para lavar frutas y verduras, o baldes en el caso de los vehículos, no regar jardines y denunciar fugas en las calles, entre otras medidas.
Las personas con mayores ingresos se volcaron a la compra de agua embotellada, lo que obligó a que en los supermercados se limitara la venta de bidones con un cupo por familia. El precio, además, aumentó.
Efectos
Las protestas en los últimos dos meses han sido recurrentes. Al grito de «no es sequía, es saqueo», los manifestantes advierten que esta crisis fue provocada por la sobreexplotación de recursos naturales.
La escasez afecta todos los aspectos de la vida cotidiana de los 1,8 millones de personas que viven en Montevideo y la zona metropolitana, que es donde más se siente el impacto de la falta de agua potable. Representan a la mitad de la población del país.
Todos ellos son damnificados que están racionando el uso del líquido y se están acostumbrando a que todo sepa más a sal, incluso el agua que compran en bidones.
Pero de una u otra forma, a todos les afecta la situación. Por ejemplo, con las cañerías de los hogares y los calefones que se están dañando por la inesperada acumulación de sales.
La solución sería el crecimiento del caudal de la represa del Paso Severino, que es la que abastece a la región. Pero las expectativas no son optimistas
El director de OSE, Edgardo Ortuño, le confirmó a Télam, la agencia estatal de noticias de Argentina, que las reservas de agua potable pueden agotarse en 20 días, ya que a diario está usando alrededor de 150.000 metros cúbicos y, en total, solo cuentan con 3,5 millones de metros cúbicos.
Esto implica que julio será un mes clave para determinar cómo continúa la emergencia hídrica que el lunes decretó el presidente, ya que no se prevén lluvias en las siguientes semanas.