El titular de la ONU recuerda que los precios de los alimentos están alcanzando máximos históricos y que a falta de fertilizantes provocará que la escasez de comida se extienda desde el maíz y el trigo a todos los cultivos básicos, incluido el arroz, con un impacto devastador para miles de millones de personas en Asia y Sudamérica.
Pasados tres meses de la invasión rusa a Ucrania, el Secretario General de la ONU denunció este miércoles que el mundo se enfrenta a una nueva realidad: el derramamiento de sangre de las personas sobre el terreno y la posibilidad de que la guerra produzca “una ola de hambre y miseria sin precedentes” que amenaza dejar “tras de sí un caos social y económico”.
Durante la presentación en Nueva York del segundo informe del Grupo de Respuesta a la Crisis Mundial dedicado a los efectos del conflicto en Ucrania sobre la población mundial, António Guterres destacó que ningún país quedará al margen de esta crisis que afecta al coste de vida de todas las personas.
“Los precios de los alimentos están cerca de máximos históricos. Los precios de los fertilizantes se han duplicado con creces, lo que hace sonar la alarma en todas partes. La falta de fertilizantes hará que la escasez se extienda desde el maíz y el trigo a todos los cultivos básicos, incluido el arroz, con un impacto devastador para miles de millones de personas en Asia y Sudamérica”, vaticinó.
Por ello, destacó que la crisis alimentaria que se está produciendo durante este año es “de acceso a los alimentos”, mientras que pronosticó que la del año que viene “podría ser por falta de alimentos”.
La crisis afecta especialmente a las mujeres y las niñas
Entre las principales consecuencias de esta crisis, Guterres destacó que los precios récord de la electricidad están provocando apagones y escasez de combustible a nivel global, especialmente en África.
“Y la situación financiera sigue afectando a muchos países en desarrollo, además del riesgo de impago de la deuda y el colapso económico debido a la pandemia del COVID-19, la desigualdad de la recuperación y la crisis climática”, detalló.
En el ámbito laboral destacó que tres de cada cinco trabajadores ganan menos que antes de la pandemia y que tanto los países como las personas no pueden cuadrar sus presupuestos
“En cambio, las familias de todo el mundo se ven obligadas a tomar decisiones ineludibles: cerrar sus negocios, vender su ganado o sacar a sus hijos de la escuela”, una situación que afecta especialmente a mujeres y niñas que “suelen ser las últimas en comer, y las primeras en dejar de hacerlo a medida que se extiende la escasez de alimentos”.
En este apartado citó las previsiones del Programa Mundial de Alimentos que estima que los efectos de la guerra podrían aumentar en 47 millones el número de personas con inseguridad alimentaria grave en 2022, un dato inquietante cuando el número de individuos con inseguridad alimentaria grave se ha duplicado en los últimos dos años.
FAO/Anatolii Stepanov
Un campo de trigo durante la temporada de cosecha en Krasne, Ucrania.
Los alimentos ucranianos y los fertilizantes rusos han de volver a los mercados internacionales
Para Guterres solo hay una posible solución para intentar detener esta crisis: acabar con la invasión rusa de Ucrania mediante una solución política que se ajuste al derecho internacional y a la Carta de las Naciones Unidas.
Consciente de la dificultad de que se produzca este escenario, señaló la necesidad de actuar de inmediato en dos frentes.
“En primer lugar, tenemos que estabilizar los mercados mundiales de alimentos y energía para romper el círculo vicioso de la subida de precios y aliviar a los países en desarrollo” y conseguir que, pese a la guerra, tanto la producción de alimentos de Ucrania como los víveres y el combustible rusos vuelvan a los circuitos mundiales.
Para alcanzar este objetivo, pidió a la secretaria general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, Rebeca Grynspan, y al secretario general adjunto de Asuntos Humanitarios, Martin Griffiths, que coordinen dos grupos de trabajo.
Su misión será conseguir un acuerdo global que permita la exportación segura de los alimentos producidos en Ucrania a través del Mar Negro, y el acceso sin obstáculos a los mercados mundiales de los alimentos y fertilizantes rusos.
El Secretario General destacó que el acuerdo es “esencial para cientos de millones de personas en los países en desarrollo”, entre ellos los del África subsahariana y desveló que en los últimos diez días Grynspan y Griffiths han mantenido contactos directos con Moscú, Kiev, Ankara, Bruselas y Washington.
“En este momento, decir algo más en público pondría en peligro las posibilidades de éxito. Les pido su comprensión. Este es uno de esos momentos en los que el silencio es oro, y de él podría depender el bienestar de millones de personas en todo el mundo”.
El segundo frente consiste en facilitar de inmediato los recursos necesarios para ayudar a los países y comunidades más pobres.
“Los gobiernos deben poder pedir prestado el dinero que necesitan para mantener sus economías a flote y a su gente prosperando (…) El sistema financiero mundial debe superar sus deficiencias y utilizar todos los instrumentos a su disposición, con flexibilidad y comprensión, para prestar apoyo a los países y personas vulnerables”, recalcó.
Guterres advirtió que el mensaje del informe mensaje es “claro y apremiante: debemos actuar de inmediato para salvar vidas y medios de vida en los próximos meses y años”.
Asimismo, señaló que acabar con esta crisis mundial dependerá de una actuación global que “tenemos que empezar hoy”.
Unsplash/Gerson Cifuentes
Un trabajador recogiendo café en San Marcos (Guatemala).
Centroamérica y los pequeños estados insulares, las regiones más afectadas
Posteriormente, Grynspan ahondó en el mensaje de Guterres y especificó que la crisis alimentaria que padecemos “puede convertirse rápidamente en una catástrofe alimentaria de proporciones mundiales en 2023” de “la que nadie puede escapar” y crea “un círculo vicioso sobre el coste de la vida que aumenta sus consecuencias sobre las familias y los países”.
En consecuencia, indicó que los ingresos se están reduciendo y las familias se ven obligadas a decidir cómo asignar las reducidas finanzas del hogar. Para ilustrar los efectos de la crisis en las personas más vulnerables aludió a un ejemplo del estudio.
“En el informe mostramos datos que un aumento del 10% en los precios de los alimentos representará una disminución del 5% en los ingresos de las familias más pobres. Pero ¿qué significa una disminución del 5% en los ingresos de una familia? El 5% es todo lo que las familias más pobres gastan en salud, así que tengámoslo en cuenta. No es algo menor; un 5% de disminución de los ingresos es todo el gasto que tienen en salud para sus familias”, razonó.
Cuestionada sobre qué regiones de Latinoamérica corren los mayores riesgos, Grynspan mencionó a los países centroamericanos y a los pequeños estados insulares en desarrollo.
“Y es muy interesante ver como estos países no están afectados sólo por la parte de los alimentos. Están muy afectados por la parte de energía y también por la parte financiera. O sea, que en estos países se produce de algún modo “una tormenta perfecta”, explicó.
Destacó que esas naciones “tienen poca capacidad dentro del mercado global para tener medidas de resiliencia con relación a los precios. (…) Después del África subsahariana, Latinoamérica y el Caribe poseen el mayor número de países expuestos a la triple crisis de alimentos, energía y finanzas. Y también puede ver en el reporte la difícil situación a la que se enfrentan en términos de la deuda.
Entre las recomendaciones del estudio, Grynspan propuso:
- Estabilizar los mercados mundiales, reducir la volatilidad y abordar la incertidumbre de los precios de los productos básicos
- Recuperar la oferta de los fertilizantes, garantizar el acceso de los pequeños agricultores y controlar los suministros en cualquier lugar durante los próximos 18 meses
- Apoyar la propuesta de la FAO de crear un Mecanismo de Financiación de las Importaciones de Alimentos
- Lograr que los países en desarrollo obtengan apoyo económico de las instituciones financieras internacionales para poder ayudar a su población pobre y vulnerable mediante planes de protección social y redes de seguridad
- Usar las reservas estratégicas y las reservas adicionales para ayudar a aliviar la crisis energética a corto plazo