A lo largo de los últimos dos años, se reportó un descenso de registro de casos, tamizajes y acceso a tratamiento, lo cual ocasionó que muchos no supieran si estaban infectados.
Felipe, un obrero de construcción, llegó a un centro de salud por primera vez a los 59 años, con diez kilos menos y tomando once pastillas diarias. “Me llevaban agarrado; si no, me caía. Me asusté mucho”, declara Felipe, quien se contagió de tuberculosis en medio de una pandemia contra el COVID-19, teniendo en su cuerpo un virus catalogado como el segundo más mortal a nivel mundial.
Tanto en casos de Covid-19, como de tuberculosis, el Perú lidera las estadísticas. En tuberculosis se encuentra segundo puesto, luego de Haití, con la tasa más alta de casos de tuberculosis; y encabeza la lista en el tipo multidrogo resistente en la región de las Américas. Pese a ello, estos dos años transcurridos, se ha registrado una disminución considerable en la pronta detección y diagnóstico.
Estos datos han sido reconocidos por el Centro Nacional de Epidemología, Prevención y Control de Enfermedades (CDC) del ministerio de Salud (Minsa), el cual se encontraba informando ya en enero un descenso “significativo” en el registro de casos; y que en marzo aseguraban que la disminución tenía un lazo estrecho con la reducción de prestación de servicios de salud, por la cuarenta, el miedo de la ciudadanía a contagiarse y el redireccionamiento del personal de salud hacia la atención de la pandemia.
“Somos conscientes de que producto de la pandemia se redujo el acceso de personas con patologías no COVID-19. Existe la posibilidad de que haya cuadros de TB sin ser identificados en la comunidad y estén contagiando a otros. Es preocupante esa reducción”, indicó Pablo Rengifo, del CDC, en un webinar en marzo. Sin embargo, indicó otra hipótesis que sería que la caída —reportada también a nivel mundial— se debe a la protección derivada del confinamiento.
Esta información la rechaza el director ejecutivo de la Asociación de Personas Afectadas por Tuberculosis (Aspat), Melecio Mayta, quien remarca que lo que existe es una regresión en el diagnóstico y tratamiento, ya que se invisibilizó la considerable predominancia de esta infección y la gran parte de los recursos se colocaron para el COVID-19. “La TB no ha disminuido porque se ha controlado, sino porque se dejó de detectar. Se cerraron hospitales y servicios”.
“Ante el cierre, muchos no siguieron su tratamiento por varios días hasta que se trabajó un decreto con el Minsa para que funcionaran los servicios esenciales. Pese a eso, las restricciones de salida a las calles complicaron que vayan”. Añadió.
Entonces tras la reapertura de los centros de salud, afirma que se registran casos ya muy avanzados y pacientes con secuelas. “Tienen los pulmones deteriorados. No solo se necesita medicinas, sino cirugías”.
En esa línea, recontamos el caso de Felipe, quien cuenta con el tratamiento de la mano con una guía nutricional gratuita, pero perdió su empleo. A él le recetaron once pastillas por siete meses el 2021 y este año en un inicio, para luego ser 6 pastillas diarias.