Persiste la controversia entre sus beneficios económicos y sus impactos ambientales, las plantaciones avanzan, sobre todo con fines comerciales, y uno de los principales debates está en los lugares donde finalmente el árbol es sembrado.
Hacia el mediodía de uno de los primeros días de enero, la laguna de Huacachina, ubicada muy cerca de la ciudad de Ica que está a 304 kilómetros al sur de Lima, se muestra solitaria, sin el gentío turístico habitual que la rodea. Alrededor de ella hay numerosas palmeras de la especie Phoenix dactylifera, huarangos (Prosopis limensis) y en una esquina arenosa se yerguen unos 12 eucaliptos.
Son de la especie Eucalyptus globulus, la más abundante en el Perú. Lucen medio torcidos, algo separados, pero de todas maneras forman parte del manto verde que circunda a una laguna se calcula que había por lo menos 10 lagunas en el pasado situada en medio de esta zona desértica del Perú. “Probablemente los sembraron hacia los años cincuenta dice el biólogo Daniel Valle Basto, quien ha estudiado este peculiar ecosistema y es posible que hayan chupado el agua del subsuelo”.
El dilema arbóreo
Aquí, en este punto, surge una primera sospecha sobre este árbol que cubre miles de hectáreas en el Perú. Valle Basto no es rotundo en su apreciación, pero sugiere que la presencia de esta especie exótica —es decir no nativa, sino introducida, podría tener que ver con la progresiva desecación de la laguna de Huacachina, cuyas 2047.72 hectáreas son, desde agosto de 2014, un área de conservación regional del departamento de Ica.
El agua de la laguna estaba desapareciendo tan rápido que, desde ese mismo año, un grupo de empresarios denominado ‘Oasis’ asumió la tarea de rellenarla con la ayuda de tuberías, para evitar que se extinga. La sospecha de que su progresiva desecación tendría que ver con la presencia cercana de algunos eucaliptos se sustenta en que se trata de una planta que tiende a absorber bastante agua del subsuelo.
Sin embargo, el ingeniero Ignacio Lombardi, un hombre de larga experiencia en materia forestal, afirma que no se le puede atribuir toda la responsabilidad de lo que ocurre en Huacachina a los eucaliptos. Según dice, en el departamento de Ica se han excavado numerosos pozos de agua para la actividad agrícola, al punto que se ha terminado afectando de manera severa el agua subterránea acumulada, conocida como napa freática.
Un problema crucial, por añadidura, es que no se tiene un estimado preciso de cuántos árboles de eucaliptos hay en el Perú. El ingeniero forestal Armando Quispe sostiene que podrían ser unas 300 mil hectáreas, mientras que el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR) apenas tiene registradas 9188.90 hectáreas de plantaciones. Una de las razones sería que numerosos agricultores no registran sus sembríos, lo que genera un gran subregistro en las cifras.
De acuerdo con Lombardi, el departamento donde hay más plantaciones de eucaliptos es el Cusco donde, justamente, él presenció un problema en el pasado. Siendo muy joven, a mediados de los años setenta, trabajó en un proyecto de siembra de eucaliptos en Cusco que buscaba plantar entre 2000 y 3000 hectáreas con la especie globulus de eucalipto, pero que fracasó tiempo después debido a que el suelo era demasiado calcáreo con alto contenido de carbonato de calcio y, por lo tanto, no apropiado para el árbol.
Años después, en el mismo Cusco, vino una sequía intensa que produjo una marchitez, no solo de esta sino de otras especies. El problema se presentó, de acuerdo al informe «Apuntes sobre algunas especies forestales nativas de la sierra peruanam», publicado en 1985, hacia 1983 en Cusco y también en el departamento de Junín. Según el documento, tal episodio hizo que comenzara el “marcado interés” por la propagación de especies forestales nativas, en lugar de las introducidas como el eucalipto.