Paul Simon, el músico que ha vivido varias vidas, cumple 80 años

Simón ha sido famoso por muchas razones. Foto: Andina

Uno de los cantautores más talentosos del siglo XX es Paul Simon, gran letrista y compositor, cumple mañana ochenta años tras haber vivido varias vidas musicales y con el favor del público todavía intacto, como quedó de manifiesto en su aparición el pasado septiembre en un macro concierto en Central Park de Nueva York, la ciudad donde comenzó su carrera.

Simon ha sido famoso por muchas razones: por formar con Art Garfunkel uno de los dúos más exitosos de la historia, por casarse (duraron un año) con Carrie Fisher, la princesa Leia de Star Wars, o por poner a bailar al mundo entero los ritmos africanos de Graceland, disco fundador de la luego llamada “world music”.

Pero todos estos hitos tienen su cara B. A Simon, heredero de la mejor tradición judía neoyorquina, no le duelen prendas en reconocer que es un hombre atormentado: siempre le ha atormentado su corta estatura (157 centímetros, que el larguirucho Garfunkel resaltaba todavía más), no tener una voz poderosa o no ser un galán. En alguna ocasión Garfunkel dijo de forma sarcástica: “Yo me llevaba a las chicas, él se llevaba los royalties”.

Paul Simon y Arthur Garfunkel iban juntos a la misma escuela. Atraídos por la música neofolk tan en boga en los sesenta y setenta, formaron un dúo perfecto por el equilibrio de las voces: Paul hacía los graves y Arthur los tonos altos; las canciones las firmaba Simon, pero Garfunkel daba mejor en el escenario. Dicen que pronto surgieron unos celos irreconciliables: Paul envidiaba el porte de Arthur; el otro envidiaba el talento de Paul.

Juntos lograron vender cifras millonarias con megaéxitos que acompañaron a generaciones enteras, como “Puente sobre aguas turbulentas”, “Los sonidos del silencio” o “El boxeador”, con unas melodías que tararearon millones de personas en la era de los vinilos y las cintas de casete.

Su éxito traspasó los escenarios y llegó hasta el cine: suya es la canción de “Mrs. Robinson” que suena de principio a fin de la película de “The Graduate” (“El graduado”), y que todos asociamos a aquel jovencísimo Dustin Hoffman corriendo sudoroso hasta llegar a la iglesia donde consigue desbaratar in extremis la boda a la hija de la señora Robinson.

Pero intramuros, Paul Simon y Arthur Garfunkel, el moreno y el rubio, el bajo y el alto, no se soportaban. “Si hubieran tenido un cuchillo a mano en la mesa donde se sentaban, lo habrían usado el uno contra el otro”, dijo una vez el manager de Simon, Joseph Rascoff. 

A.F.O