La verdadera historia de la mujer peruana que juraba ser la princesa Anastasia de Rusia

La gran duquesa Anastasia Nikoláyevna Románova y la peruana ‘Anastasia’ Anna Anderson Manahan.

Fue en el sótano donde ocurrió toda la masacre de la familia Romanov, una casa donde estaban recluidos, en un paraje de Ekaterimbur, en Siberia. Sin importarles ninguna consecuencia, los bolcheviques revolucionarios actuaron sanguinariamente. Los cuerpos del zar Nicolás II, la zarina Alexandra y tres de sus hijas solo se mostraron en una fosa en 1991 (sus identidades fueron confirmadas con infalibles pruebas de ADN en 1995). Sin embargo, en esa ocasión no se encontraron restos de Anastasia ni tampoco los de su hermano menor Alexei, de tan solo 14 años de edad.

Pese a ello, desde la matanza en 1918, se dijo que la princesa Anastasia fue la única sobreviviente de los disparos, en ese entonces solo tenía 17 años. Otros sostuvieron que un corsé con diamantes incrustados debió las balas asesinas de los bolcheviques y evitó la muerte de la hija menor del zar. De esta manera, desde 1920, no dejaron de surgir princesas rusas perdidas entre el mundo.

¿Cómo empieza la historia?

Lo que pasó primero fue en Alemania, donde una jovencita afirmó que era la famosa “cuarta hija del zar”. Desde 1920, cuando Anna Anderson Manahan, quien se hacía llamar ‘Anastasia’ alemana, había sido salvada de las aguas del canal de Landwehrkanal, en Berlín, donde intentaba suicidarse.

Anna, no tenía ninguna identificación y sufría de amnesia. Así que, después de ser hospitalizada y coincidiendo con la novedad de una Anastasia viva, la mujer dijo, con insinuación, que ella era la princesa rusa que se había salvado de la furia bolchevique. Relató una historia con detalles de la nobleza zarista y entre otros sorprendentes datos de la vida de Anastasia que convenció a muchos, pero no a los severos jueces alemanes y luego norteamericanos que tomaron su caso.

Siempre habían sospechado de Anastasia del engaño, considerando que había una fortuna de 85 millones de dólares esperando a Anastasia en un banco inglés. Anna se mudó a EE.UU. y jamás dejó de decir a las autoridades que en realidad era la real Anastasia Romanov.

Tenía la edad que hubiera tenido la princesa, pero por más que persistía habitualmente en las décadas siguientes hasta 1970, no alcanzó convencer judicialmente a ningún juez de que era la noble rusa. Desapareció de la vida pública, hasta que falleció a los 82 años de edad en Virginia, EE.UU., el 12 de febrero de 1984.

Al parecer esta mujer, en cuya vida se inspiró la película “Anastasia” de 1956, protagonizada por la actriz Ingrid Bergman; fue, de hecho, Franziska Shanzkowska, una obrera polaca mentalmente desequilibrada.

Luego, muchas mujeres europeas manifestaron ser la verdadera Anastasia y lamentablemente nadie les creyó, particularmente los nobles rusos que en el extranjero custodiaban los restos del tesoro real. Pese a ello, nadie se imaginó que, en el Perú en ese lejano país sudamericano, alguna persona podría mencionar tajantemente que era la gran duquesa Romanov.

“Yo soy la princesa Anastasia de Rusia”, sentenció la mujer peruana, esa mañana del miércoles 6 de noviembre de 1963, luego de entregar un escrito que “refuerce”, dijo, su posición como hija del último zar Nicolás II.

Zerga o la princesa Anastasia reclamaba, por lo tanto, los 40 mil millones de rublos que, hablaba la señora Pinasco, le pertenecieron a su difunto padre, Zar Nicolás ll y que estaba en unas cuentas en un banco de Inglaterra.

Relató que vivía prácticamente evitando a la sociedad desde hacía unos años en Lima, en constante huida por la venganza de sus enemigos que aún la buscan. La mujer contaba con una sobrecogedora seguridad.

De talla mediana, un poco robusta y aún activa, incluso ágil, Zerga Pinasco, no se parecía a la princesa Anastasia en lo absoluto. Peor aún, ni sus facciones se acercaban a las de las otras supuestas princesas rusas. Pero, el tema estaba aun válidas y eventualmente, mujeres de la misma edad de Anastasia proliferaban con la misma idea de suplantación o se obsesionan en que ellas eran la auténtica noble de la antigua rusa.

La princesa Anastasia Local era netamente peruana, pero era muy poco conocida en el Palacio de Justicia, en el Centro de Lima, en donde visitaba con mucha frecuencia. Los empleados judiciales aseguraron que Zerga se expresaba con mucho conocimiento de nuestras costumbres, gustos y tradiciones; por lo menos, sabía más de nuestro país (Perú) que de su antigua Rusia.

“Hasta es muy devota del Señor de los Milagros”, dijo un joven auxiliar de escribano. Así pasó sus días doña Zerga Pinasco, soñando con ser un gran personaje de los Romanov, vistiendo en su imaginación esos hermosos vestidos de las películas y quizás abrazando en su fantasía a su padre Nicolás II o a la zarina Alexandra. Fue, a no dudarlo, un sueño o una pesadilla de la senectud.

D.B.V.B