Despatologizando la menopausia

El envejecimiento reproductivo por sí mismo no alcanza a explicar cambios neurocognitivos de consideración.

Una investigación realizada en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario cuestiona la hipótesis de que el envejecimiento reproductivo sea un factor de deterioro cognitivo en las mujeres. 

Pablo Martino es doctor en Psicología, docente e investigador y codirector del Laboratorio de Cognición y Emoción de la Facultad de Psicología de la UNR. Junto a un equipo internacional de investigadores realizó un estudio para determinar de qué manera la menopausia impacta en el desempeño cognitivo de las mujeres. 

“Las funciones cognitivas son las capacidades vinculadas a nuestra posibilidad de desenvolvernos con autonomía. El deterioro de las mismas es uno de los principales cambios negativos relacionados con la edad, sin embargo, el patrón y la magnitud de esta disminución son muy variable y responden a muchos factores relacionados con el modo de vida de cada persona, la carga genética y el ambiente”, explica Martino

El investigador señala que no hay muchas investigaciones en torno al impacto de la menopausia en las capacidades cognitivas, mientras que la bibliografía médica señala como síntomas de la menopausia a la pérdida de memoria, los cambios de humor o del estado de ánimo, enunciados que pueden influir en la forma en las que las mujeres se sienten y son percibidas durante esta etapa. 

“En líneas generales el envejecimiento reproductivo por sí mismo no alcanza a explicar cambios neurocognitivos de consideración” señaló el psicólogo.

“Nuestros resultados reflejan que el envejecimiento reproductivo afecta, de forma muy leve, el rendimiento neurocognitivo objetivo. Asimismo, notamos que la “reserva cognitiva” (en este estudio representada por el estatus ocupacional) emerge como un importante mediador entre el envejecimiento reproductivo y las funciones cognitivas”, amplió.

El investigador considera muy importante no sobreestimar los efectos cognitivos de la menopausia, de hacerlo “estaríamos incurriendo en la psicopatologización de una etapa más del desarrollo vital” 

Para desarrollar la investigación se reclutaron cien mujeres adultas sanas, mediante publicaciones en redes sociales, correos electrónicos y carteles en el campus de la UNR.

De las participantes, 45 eran premenopáusicas, con ciclos menstruales regulares, y tenían entre 18 y 49 años; 31 de las voluntarias eran perimenopáusicas, que presentaban irregularidades en sus ciclos por debajo o por encima del intervalo de referencia de 22 a 35 días o amenorrea por hasta 12 meses consecutivos, y estaban en el rango de 40 a 57 años; y 24 de las mujeres participantes eran posmenopáusicas, es decir que tenían más de doce meses sin tener menstruación, con edades entre 54 y 79 años.

La selección apuntó a mujeres adultas con ovarios sin antecedentes médicos o psiquiátricos de consideración que pudiesen afectar el desempeño neurocognitivo al momento de la evaluación y que no tuviesen alguna condición física o de consumo de medicamentos que pudiesen afectar a su ciclo menstrual.

A las participantes se les administró una encuesta general para recolectar información sociodemográfica y reproductiva, y una batería compuesta por test neuropsicológicos, evaluando las funciones de memoria de trabajo, control inhibitorio, flexibilidad, fluidez verbal (semántica y fonológica) y planificación mental. Se analizaron diferencias entre grupos controlando por las covariables edad y educación.

En el estudio resultó que el único aspecto en el que se notó un deterioro de la función entre las mujeres premenopáusicas y las que estaban atravesando la menopausia fue en la capacidad para generar palabras siguiendo una consigna, aunque solo en los casos en que por su profesión o nivel educativo las participantes no contaban con una gran reserva cognitiva. “Esta función define al conjunto de conocimientos y aprendizajes que una persona adquiere en el transcurso de su vida conforme a los desafíos intelectuales a los que se mantuvo expuesta; una suerte de ‘capital simbólico’ que ayuda a tolerar mejor el daño cerebral y contener el deterioro”, explica el docente.

De hecho, tal como remarca Martino, no hay que ver a la reserva cognitiva exclusivamente bajo el paradigma de la actividad intelectual, sino también desde la perspectiva de cuán activa es la vida de una persona.

Asimismo, factores como una alimentación saludable, en especial la dieta conocida como mediterránea, la realización de actividad física de bajo impacto, el buen humor, dormir bien y tratar de controlar el estrés son neuro protectores que ayudan a detener el deterioro cognitivo producido por el paso del tiempo.