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Johnny Montalvo Falcón
Las relaciones entre los políticos y los periodistas han sido bastante complicadas siempre. En este siglo, los medios han adquirido mucha influencia sobre la opinión pública y en algunas ocasiones han tenido el poder decisivo para poner o quitar gobiernos. En este contexto, el periodista, como colaborador de algún medio o como influyente personaje mediático adquiere también una cuota de poder que los hace necesarios en cualquier intento de control de la opinión pública. Por esta razón, en cada proceso electoral siempre ha habido periodistas que “toman posición” a favor de un partido/ideología/candidato. Asimismo, los políticos suelen rodearse de periodistas para poder tener un manejo mediático efectivo en relación al universo de público al que quiere llevar sus propuestas. La pregunta que se deriva inmediatamente de esta relación aparentemente armoniosa es si el periodista pierde su “objetividad” o su “independencia” frente al poder emergente que representa la opción política que decide apoyar.
Un ejemplo de lo que significa “tomar una posición” ha sido el mensaje del periodista Gustavo Gorriti llamando a la opinión pública a votar por Verónica Mendoza en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Perú del 2021. Al estilo de un político tradicional y dirigiendo un discurso que apelaba a los valores democráticos hizo público su apoyo a una candidata de izquierda que promueve la variación de las reglas de juego democráticas a través de su planteamiento de una Asamblea Constituyente que deje sin efecto la Constitución de 1993 que “fue hecha por una dictadura corrupta”. No haremos ningún tipo de valoración respecto al derecho de expresar su opinión que tiene Gorriti, que es un referente dentro del periodismo de investigación y tiene mucha influencia en ese círculo político que sus adversarios han adjetivado como “caviares”. Lo qué si resulta válido, es preguntarse si todos los periodistas podrían tomar el mismo camino y decidirse a “tomar una posición” política. Si la respuesta es afirmativa, estaría avalada por el derecho de libertad de pensamiento y el de libertad de expresión.
Pero he aquí que surge otra interrogante. Los periodistas trabajan en medios. Como hemos mencionado al principio, los medios han adquirido mucho poder en las últimas décadas. Los medios se han constituido en un “cuarto poder”, no constitucional, ni elegido por los ciudadanos. Un poder que tiene en teoría la noble labor de llevar la verdad a los ciudadanos, pero que en los hechos busca la orientación de la opinión pública en un sentido u otro frente al poder político. El finado presidente Alan García desafiando ese poder se atrevió a manifestar que “en el Perú no existe oposición, sino prensa”. Y el ex presidente, Ollanta Humala, los consideraba un “poder fáctico” y fue el primero en dar un grito al cielo contra la “concertación de medios” que creaba un cuasi monopolio en la prensa peruana. Que pasa cuando un medio, que al fin y al cabo es una empresa como cualquier otra (y actuará siempre de acuerdo a sus intereses), decide apoyar una opción política, o se ve forzado a hacerlo en caso que vea amenazada las libertades para seguir realizando sus actividades. Es razonable que toda persona o empresa busque el medio ambiente más adecuado para poder desarrollarse. Es lógico que todo emprendimiento busque sobrevivir y más aún en situaciones convulsionadas como la actual Pandemia.
En los procesos electorales los medios de prensa juegan un rol muy importante si es que toman posiciones políticas, pero al mismo tiempo dejarán en modo de espera “la búsqueda de la verdad”, perdiendo quizás toda objetividad. Pero si atinamos a verlos como emprendimientos relacionados con el sector de la información y la opinión pública, podríamos comprender mejor que a veces asuman posiciones extremas que afecten la labor de sus principales colaboradores que son los periodistas. La obsesión de los políticos por controlar los medios muchas veces amenaza la libertad de expresión y las voces de muchos periodistas han sido silenciadas con el objetivo de “mejorar” las relaciones de los medios con el poder. Se habla últimamente del caso de la periodista Clara Elvira Ospina, pero nos olvidamos que se procedió del mismo modo contra otros periodistas desde el año 2000 (muchos periodistas fueron separados de sus medios por no tomar “etiqueta azul” o por no saber “hablar portugués”).
Todo gobierno buscará de una manera u otra el control mediático. Vladimiro Montesinos en los noventas pervirtió a la prensa comprando sus portadas y dirigiendo la línea editorial de casi todos los medios. Con la transición democrática se ha logrado una transacción entre los medios y el poder político a través de la publicidad estatal. Si un medio está en contra del gobierno de turno no podría recibir las mismas cantidades de ingresos por publicidad estatal que reciben los medios de prensa más importantes que en el presente proceso electoral apuestan a diferentes candidatos. La “guerra” por principios también suele esconder un conflicto de intereses por saber a quién le tocará más de la torta en el próximo gobierno. Así el divorcio entre los medios y la búsqueda de la verdad alcanza el mismo nivel que el de los políticos con la ética. Esto que es conocido por la opinión pública se refleja en la escasa credibilidad de la prensa (y de los políticos) en casi todos los sectores socioeconómicos del Perú. “Prensa mermelera” es como se le ha adjetivado.
Desgraciadamente, los medios se han convertido en un poder que puede quitar (Merino ha sido un ejemplo) y poner gobiernos (Sagasti), y cada día se convierte en un actor decisivo en la configuración de las sociedades. Se podría afirmar que ningún cambio social se podría realizar sin la participación activa de la prensa en ese proceso. También podríamos afirmar que si los medios ven amenazado su poder buscaran influir en la opinión pública para evitar esa situación. Por esta razón, los medios incitan a los periodistas a seguir líneas editoriales y son pocos los periodistas que pueden mantener su independencia en medio de un establishment que prioriza las buenas relaciones con el poder de turno con la finalidad de lograr una mayor cuota de la pervertora publicidad estatal. En este sentido, y a manera de conclusión debemos señalar que sería muy saludable que se regule de una forma adecuada la publicidad estatal en los medios para evitar sobre todo esa obsesión que persigue a todo político de poder contar con el apoyo mayoritario de los ciudadanos a través del control mediático.
Finalmente, quisiera expresarles mi solidaridad a los periodistas que han visto amenazada su libertad de expresión y pensamiento por algún medio. Pero también, y siguiendo la lógica de todo lo expresado anteriormente, en las situaciones en donde se hace necesaria tomar una decisión que quizá no pueda ser afín a la del medio en que se colabora o a la de la mayoría de los colegas periodistas, se debe ejercer con todo derecho nuestra libertad de pensamiento. En esta contienda electoral los periodistas también deben cumplir su deber ciudadano al votar y por ende eso implica “tomar una posición”. En este sentido, tenemos el derecho de poder expresar nuestro apoyo a quien creamos ofrezca las mejores garantías para que el sistema democrático (que es el mejor de los sistemas políticos) se siga manteniendo. Votar ya es un hecho democrático. Votar por la Democracia es una actividad política. A tomar la decisión correcta por el bien del Perú!