Por: Andrea Chirinos C.
Sí señores, hemos pasado los cuarenta días.
Ah, y hoy me encontré 3 canas.
Por supuesto lo primero que pensé fue “esta cuarentena me está haciendo envejecer, y lo puedo probar”.
Eran las 2 de la tarde, ni muy tarde ni muy temprano para ser un domingo más sin salir de casa. Estaba en una de mis tantas visitas al baño.
Voy muchas veces al baño. Creo que es para evitar ir a la cocina.
Llego y busco qué hacer: echarme una cremita, depilarme las cejas, reventarme algún grano, etcétera, etcétera.
Esta vez fui a peinarme.
Los últimos 27 días había estado usando un moño desprolijo y consideré que era momento de soltarme el pelo y verificar si había crecido en todo este tiempo. Extraño tenerlo largo.
Ahí fue cuando las encontré.
Descansando sobre mi cabeza, un poquito más arriba de la frente, 3 bonitas canas me saludaban despreocupadas y blancas. Muy blancas.
¿En qué momento me había, o me habían, arrancado una cana?
En ese momento tuve el impulso de arrancármelas y acabar con el sufrimiento de envejecer, pero me contuve.
¿Cómo podía deshacerme de ellas?
Estaban tan bonitas y peinaditas. Entonces decidí ponerles nombre: Lana, Mana y Malana.
¿Qué ridículo no? Lo que hace el encierro.
Quizás esta cuarentena me saque más canas y llegue al 2021 con el pelo blanco. O quizás, y esta ya no es una suposición, es el curso natural de la vida.
Las levanté un poco y corrí hacia mi abuela.
¡Mira! – le dije emocionada señalando a Lana, Mana y Malana.
Se mató de la risa.
Ay hijita, si así te pones por 3 tristes canas – me dijo entre risas – ¿Cómo debería sentirme yo?