Woodstock: tres días de paz, música, y amor

Por miles llegaron a la granja de Bethel, fue un día como hoy hace 50 años, todos con una sola consigna, con un mismo discurso. Eran para los jóvenes norteamericanos los entonces aciagos días de 1969, era la época de la guerra de Vietnam, aquella que había cobrado ya para ese momento la vida a casi toda una generación.

Había que protestar contra la guerra: ¨Stop de war¨ cómo se solía decir, había que reclamar por que los jóvenes obligados a ir a combatir y morir por una causa injusta vuelvan a casa, la sociedad de la primera potencia vivía realmente convulsionada en esos momentos, los asesinatos de los hermanos Kennedy, uno presidente de ese país, y el otro candidato por el partido demócrata, además del crimen del pastor religioso Martin Luther King, aquel de la frase: ¨tengo un sueño¨, y la lucha de los afroamericanos por sus derechos civiles había enardecido a un gran sector de esa país, entre ellos y de manera consecuente a los más jóvenes.

A veces sucede; se encuentran en el momento preciso y en el instante justo todas las condiciones necesarias para que un evento se convierta en un hito y cambie el rumbo de la sociedad. Es difícil que pase, pero a veces se consigue. Y Woodstock lo consiguió durante tres jornadas de verano en 1969. Del 15 al 17 de agosto, 500.000 jóvenes llegados de todas partes del Planeta le dieron la bienvenida a una nueva forma de vida a ritmo de música y desenfreno, de paz y amor, y sobre todo con el discurso ¡paren la guerra! A grito pelado.

En principio el festival se iba a celebrar en Woodstock, una pequeña localidad que le daba nombre al evento pero frente a la oposición de los habitantes se cambió la ubicación. El nuevo destino fue una granja de Bethel, y contó con un personaje clave: Elliot Tiber. Tiber dejó su sueño de ser decorador en la Gran Manzana, New York, y volvió a Bethel para regentar el motel familiar; el mismo motel en que se hospedaron la mayoría de estrellas presentes en el cartel. Pero Elliot además fue de inestimable ayuda para la organización, ya que atajaba problemas y resolvía dificultades logísticas sobre el lugar de los hechos. La organización por su parte no estimó la asistencia con cálculos demasiado aproximados y en la víspera del festival el aforo se desbordó.

El cartel congregó a lo más puro de la escena musical de la época: The Who, Jefferson Airplane, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Ravi Shankar, y nosotros los latino fuimos representados por un hasta ese momento desconocido ¨Carlos Santana¨

La composición heterogénea del recital, entre los que primaban los jóvenes estudiantes, expresaba también las contradicciones políticas del momento, aunque se sintieran como una familia. Allí había expresiones de “amor libre” y por otro lado propuestas de matrimonio desde los parlantes. Cuando las Fuerzas Aéreas enviaron asistencia al festival, algunos de los que pasaron a tomar el micrófono daban esperanzas sobre lo bueno que a veces podría llegar a ser el ejército: “Están con nosotros, no contra nosotros”. Aunque era el mismo ejército el que se lanzaba a atacar Vietnam, lo que la mayoría del público repudiaba, expresado en los aplausos y el coro ante el tema de Country Joe McDonald, que dice, irónicamente: “Vamos, madres de la región. Empaquen a sus chicos hacia Vietnam. Vamos, padres, y no duden en enviar antes de que sea muy tarde. Pueden ser los primeros en su cuadra en tener a sus hijos devueltos en una caja”.

Joan Báez, una de las mayores figuras en las canciones de protesta de los 60, con el activismo político y social en los campos del pacifismo, los derechos civiles, los derechos humanos y la defensa del medio ambiente, dedicó la canción Joe Hill a su marido, David Harris, quien fue transferido a la cárcel del condado a una prisión federal. Su arresto, el 16 de julio de 1969, fue producto de haber rechazado el reclutamiento en la Armada y fue acusado de insumisión. “Esta canción es para un mitin político”, dijo, y comenzó a cantar con su estridente voz acerca de un activista obrero de la organización Industrial Workers of the World: “Joe Hill jamás morirá allí donde los trabajadores estén en huelga”.

El espíritu de aquel concierto sucedió hace 50 años, y de la gente que ahí se reunió fue resumido cabalmente de la siguiente manera: ¨Aquello fue el comienzo, como dijeron en el escenario, de ser capaces de ver esta cultura y esta generación separada de la vieja cultura y de generaciones anteriores. Ver cómo funciona por su cuenta. Sin policías, sin armas, sin palos, sin rollos. Todos colaboran y se ayudan entre sí, y funciona. No ha habido policía. No ha habido problemas. Si miran las estadísticas verán que esta gente, más de 300 mil personas, han vivido juntos en paz, amándose, queriéndose, necesitándose y deseando tener esta experiencia”.

A 50 años de aquel mítico concierto y de su discurso ideológico me quedo con la frase que podría ser la más representativa de los jóvenes de 1969 que ahí se reunieron: ¡Paren la guerra!, si, paren la guerra cualquiera que sea ella, donde quiera que se dé, y enfrente a quien enfrente. 

José Briceño Abanto.