¿Oficio de unos y no de otros?

El periodismo se auto legitima y se vuelve creíble en su propio ejercicio, y ello nunca tendrá en lo absoluto que ver con el uso acertado o no de las nuevas tecnologías aplicadas a la difusión de la información.

Felizmente –para el ejercicio del periodismo- existen muchas maneras y formas de ejercerlo, muy distantes, y repito felizmente, alejadas de poses, frases y conceptos entronizados como verdades absolutas.

Me permito tomar la celebración por el ¨Día de la Libertad de Expresión¨ del pasado 3 de mayo, como motivo para dejar sentadas algunas ideas que este periodista tiene al respecto, y sobre todo, opinar sobre lo que se ha venido haciendo con este hermoso oficio.

Muchos ¨puristas¨ del periodismo sostienen canónicamente que debería haber una línea divisoria, una especie de muro fronterizo que garantice un ejercicio preclaro del periodismo. A estas alturas de mi artículo formulo dos preguntas: ¿El periodismo puede ser ejercido solo por gente formada en esa disciplina? ¿Se debe dejar de lado a quienes pertenecen a disciplinas ajenas al periodismo?

En las discusiones surgidas al respecto entre quienes nos dedicamos a este oficio, y frente a la verdadera avalancha de quienes desde las redes sociales se proclaman periodistas, una de las primeras cuestiones que surge es si debe existir una barrera que garantice el buen ejercicio del mismo, una especie de línea divisoria que marque el territorio del periodismo conceptualmente puro, en otras palabras: ¨nosotros sí somos, ustedes no son¨. Personalmente, y a riesgo libremente asumido de críticas y vilipendios mediáticos, creo que no. Permítanme explicarlo: El periodismo tiene su base principal, su piedra angular en la ¨libertad de expresión¨, lo que sin mayor esfuerzo de explicación significa que puede ser ejercido sin restricciones, y con absoluta libertad, paradójicamente en ese concepto el periodismo basa la legitimidad de su ejercicio, ojalá que los puristas así lo entiendan.

¿Pero vivimos una verdadera invasión de información falsa o distorsionada, qué hacer con las fake news? Los problemas de credibilidad en el periodismo no tienen nada que ver con la tecnología, los nuevos formatos o la carrera estudiada, como con la manera en que se ejerce, con la responsabilidad que tiene cada periodista con lo que publica y frente a su público, en medios formales o en la nube. Al fin y al cabo, cada cual es libre de dejarse manipular o no.

Propongo lo siguiente: cuando por ejemplo investigamos con dedicación absoluta a tan solo una parte de los involucrados en casos de corrupción o nos consagramos a ejercer el mal llamado “periodismo activista” que nos ciega completamente y elimina por obligaciones ideológicas nuestra obligación de dudar. Todas esas son formas de manipular que hacemos pasar por objetividad, que nos pueden hacer el día, reglarnos indecibles cantidades de likes virtuales, pero que a la larga restan credibilidad a quien o quienes se encierran en ese tipo de periodismo. Y en ello caen tanto periodistas con formación académica, como aquellos que se autodenominan serlo.

Lamentablemente, para quienes nos dedicamos al periodismo, unos y otros, en general no nos gusta rendir cuentas, y creemos que la calificación o los niveles de audiencia, lectoría, o dedos virtuales levantados son juzgadores válidos de la objetividad de nuestro trabajo. ¡Qué me vas a corregir si a ti nadie te lee! o ¡Qué me vas a criticar tú si a ti nadie te ve o escucha! Es continuo escuchar o leer entre colegas. Nuestra responsabilidad como periodistas es tarea harto complicada, para nada pacífica, pero desde el fondo del alma les digo que vale la pena. Finalmente, el periodismo no puede ser una profesión de unos, y no de otros.

José Briceño Abanto