La comunidad científica alerta que el mundo se enfrenta a múltiples riesgos climáticos que viviremos durante las dos próximas décadas y que en el Mediterráneo han comportado a día de hoy un calentamiento de 1,5 grados centígrados por encima de la media global (1,1 grados centígrados).
Si no se reducen las emisiones en las próximas décadas y se supera temporalmente el nivel de calentamiento establecido en el Acuerdo de París (1,5 grados centígrados), habrá graves impactos, algunos de los cuales serán irreversibles.
La sequía y la subida del nivel del mar son los impactos del cambio climático que más afectarán a la cuenca mediterránea.
El cambio climático inducido por el ser humano está causando una perturbación peligrosa y generalizada en la naturaleza y afecta a la vida de miles de millones de personas en todo el mundo.
Las personas y los ecosistemas con menor capacidad para hacer frente a la situación son ya los más afectados, según afirma la comunidad científica en el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), publicado recientemente.
El nuevo informe, elaborado por el Grupo de Trabajo II del IPCC, se ha centrado en analizar el impacto del cambio climático en los ecosistemas naturales y los sistemas socioeconómicos, así como la vulnerabilidad y la capacidad de adaptación de estos. También ha evaluado las mejores estrategias para reducir el impacto del cambio global a diferentes escalas.
Según la comunidad científica, entre 3.300 y 3.600 millones de personas viven en un contexto muy vulnerable al cambio climático, casi la mitad de la humanidad.
A nivel global, las zonas más vulnerables son África central, el sudeste asiático y América central, mientras que, en el caso del continente europeo, la región más amenazada es el área del Mediterráneo.
Para evitar la pérdida creciente de vidas, de biodiversidad y de infraestructuras, es necesario adoptar rápidamente medidas ambiciosas para mitigar el cambio climático y adaptarse a él. A pesar de los avances constantes en experiencias locales que estudian cómo reducir los efectos negativos del cambio climático en diferentes sectores (adaptación), el informe revela que todavía existe una distancia entre las necesidades totales y las acciones pioneras que se están implementando progresivamente.
Las consecuencias del cambio climático son más graves entre las poblaciones con menores ingresos y en determinadas zonas geográficas del planeta más vulnerables. Además, también se modulan en función de la edad y el género. El estudio destaca que el desarrollo económico actual es insostenible, y que es esencial considerar la participación inclusiva de todos los actores sociales, así como la equidad y la justicia climática, para desarrollar acciones de mitigación y adaptación transformadoras, encaminadas a un modelo de desarrollo sostenible y resiliente a los impactos del clima.
«Este informe es una advertencia terrible sobre las consecuencias que puede tener no actuar», alerta Hoesung Lee, presidente del IPCC. «Muestra que el cambio climático es una amenaza grave y creciente para nuestro bienestar y para mantener un planeta sano. Nuestras acciones de hoy determinarán la forma en que las personas se acabarán adaptando y cómo la naturaleza responderá a los riesgos climáticos crecientes», afirma.
Jofre Carnicer, autor principal de los capítulos de Europa y el Mediterráneo en el IPCC, es contundente: «El coste ambiental de la inacción es muy elevado, y el informe concluye que es necesario actuar antes de que se cierre la ventana de oportunidad que tenemos, que es de solo de dos o tres décadas. Cada acción es relevante, ya sea en el ámbito gubernamental e internacional, como en industrias y actividades sectoriales, o en cambios del estilo de vida de los ciudadanos, y estas acciones pueden contribuir progresivamente a reducir el calentamiento y los impactos en las próximas décadas y para las futuras generaciones».
Por ello, el estudio remarca la necesidad de introducir urgentemente cambios profundos y transformadores en todos los sectores de la sociedad y, en especial, en todas las actividades económicas que generan emisiones. «Los costes de adaptación a los impactos del cambio climático serán mucho más altos si no implementamos drásticamente una reducción de emisiones decidida en las dos próximas décadas que nos acerque a una trayectoria de calentamiento inferior a 2 grados centígrados», advierte Carnicer.
En este equipo internacional de expertos, participa Jofre Carnicer, profesor de ecología de la Facultad de Biología, el Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la Universidad de Barcelona (UB) y el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), que es el único experto de toda Cataluña —y uno de los pocos investigadores de toda España— que ha formado parte de él.
El documento lo aprobaron el domingo 27 de febrero de 2022 los 195 gobiernos miembros del IPCC en una sesión de aprobación virtual que duró dos semanas, del 14 de febrero al 27 de febrero. El informe final es la segunda entrega del sexto informe de evaluación (IE6) del IPCC, que se completará este año.
La biodiversidad, al límite
El resumen del informe del IPCC considera que la vulnerabilidad humana y la de los ecosistemas son interdependientes. Por eso, pone el acento en los efectos actuales y futuros del cambio climático en la biodiversidad. Para ello, se han utilizado más de 40.000 estudios que examinan los sistemas marinos y terrestres de todo el planeta.
La ciencia afirma que el aumento de las oleadas de calor, las sequías y las inundaciones ya supera los umbrales de tolerancia de muchas plantas y animales, lo que ha provocado, por una parte, extinciones locales de poblaciones de algunas especies sensibles a la temperatura o con poca movilidad, como son las especies endémicas o más especialistas; por otra, mortalidades masivas de especies en hábitats más vulnerables al estrés térmico, como las praderas submarinas o los arrecifes coralinos.
El informe tiene en cuenta estudios científicos que advierten que más del 50% de las especies del planeta se han desplazado en los últimos años, o hacia latitudes más al norte, o hacia zonas de mayor altitud, para huir del aumento de temperaturas.
Asimismo, el documento ha analizado el riesgo de extinción de más de 100.000 especies sobre las que se dispone documentación científica. Los resultados son preocupantes: «Podemos comprobar que en trayectorias de calentamiento por encima de los 1,5 grados centígrados, es decir, sin una reducción drástica de emisiones en las próximas dos décadas, el riesgo de extinción aumenta en muchos grupos taxonómicos, a menudo por encima del 10% de las especies», asegura Jofre Carnicer.
El informe no incluye resultados o información de especies a escala local, porque cada especie tiene una ecología única y cada patrón es extremadamente complejo, pero sí se hace eco de la primera extinción documentada de una especie de mamífero. Se trata del ratón con cola de mosaico (Melomys rubicola), originario de un islote tropical de baja altitud (Bramble Cay) cerca de Papúa Nueva Guinea, y que se ha extinguido después de que se redujera drásticamente su hábitat por impactos climáticos extremos y por la subida del nivel del mar.
Las medidas de adaptación para mantener la biodiversidad, de cuyos servicios dependemos absolutamente como sociedad, pasan por la restauración de los ecosistemas, la aplicación de soluciones basadas en la naturaleza y el aumento del territorio protegido. «Hay que proteger de forma más consistente las áreas naturales del planeta, porque somos muy dependientes de los servicios ecosistémicos para mantener la seguridad climática en el planeta. Los océanos y bosques absorben el 50% de nuestras emisiones de gases de efecto invernadero y contribuyen a regular la temperatura del planeta.
El informe confirma que un aumento de los impactos climáticos puede causar declives en la eficiencia de absorción global del CO2 por parte de los ecosistemas y retroalimentar así positivamente el calentamiento», sostiene Jofre Carnicer. Para ello, el informe apuesta por pasar del 16% de áreas protegidas en el mundo —un dato pactado en los convenios mundiales sobre biodiversidad— al 30% o al 50% en 2030. «Las soluciones que consisten en proteger la naturaleza o restaurarla son importantes, pero es necesario que vayan acompañadas en primer lugar de reducciones drásticas de emisiones de gases en múltiples sectores durante las dos próximas décadas», puntualiza Carnicer.
Un Mediterráneo en riesgo asimétrico
El Mediterráneo se calienta más rápidamente que la mayoría de zonas del mundo. En este ambiente ya ha aumentado la temperatura en 1,5 grados centígrados, mientras que la media mundial se mantiene cerca de los 1,1 grados centígrados. Hay consenso en que la sequía será un riesgo muy relevante en el Mediterráneo. En este sentido, las previsiones apuntan a un aumento considerable de las sequías: por cada grado que aumente la temperatura, veremos reducidas las lluvias en un 4%, por lo que se prevé una disminución de entre un 5% y un 20%, según sea nuestra capacidad de reducir emisiones.
En el Mediterráneo, es clave abordar el uso del agua en la agricultura para tratar de adaptarse a esta sequía y al aumento de temperaturas. A su vez, es necesario promover otros métodos de agricultura que sean más eficientes y mantengan mejor la humedad del suelo, como la agricultura regenerativa, que mantiene el suelo más fértil y rico en materia orgánica.
Además, en la cuenca del Mediterráneo la vulnerabilidad al cambio climático es muy asimétrica. El informe revisa los objetivos de desarrollo sostenible en esta zona y revela que los indicadores son extremadamente diferentes entre la orilla sur y el norte de la cuenca mediterránea. La orilla sur registra índices de pobreza, seguridad alimentaria, acceso a las energías renovables, al agua, a la educación o a la salud más reducidos.
Esto expone aún más a la población de esta zona a efectos del cambio climático porque, por ejemplo, disponen de menos recursos para adaptarse a los impactos futuros. «Un ejemplo muy claro de esa mayor vulnerabilidad al cambio climático en la orilla sur del Mediterráneo es el incremento del nivel del mar en Egipto, un país con 103 millones de habitantes. Solo en el delta del Nilo se espera que más de 6,3 millones de personas puedan quedar seriamente afectadas si el nivel del mar sube por encima de los 80 centímetros, una hipótesis de escenario planteada según las tendencias de emisiones de gases de efecto invernadero que tenemos hoy», explica Carnicer.
Seguridad alimentaria
En Europa, la agricultura será un foco decisivo de impactos y adaptaciones al cambio climático. La ciencia ya tiene constancia de que en los últimos cincuenta años se han triplicado las pérdidas de los cultivos europeos a causa de la sequía. En todo el mundo también se han observado caídas de producción de hasta el 5% en los tres cultivos principales: maíz, trigo y arroz. En cuanto al futuro, en la región mediterránea se espera un descenso de hasta el 17% de productividad en los peores escenarios.
Por otra parte, a escala mundial se estima que cerca del 10% de la superficie cultivable no podrá dedicarse a la agricultura por culpa del cambio climático en escenarios de alto calentamiento. Además, las personas que trabajan en el campo podrían estar sometidas a 250 días de mucho calor por año.
Aunque en la agricultura ya se toman medidas de adaptación, como los cambios en el calendario de los cultivos, los cambios de zonas de cultivos en áreas más altas, o el uso de especies más resistentes a la salinidad o a la carencia de agua, el informe documenta que en escenarios de elevado calentamiento (más de 2 grados centígrados) algunas medidas de adaptación pueden dejar de ser efectivas y no podrán mantener la producción actual de alimentos.
Desarrollo resiliente en el clima
El informe actual reconoce que el desarrollo humano actual no es sostenible ni resiliente al cambio climático. En este contexto, el estudio destaca la necesidad de acciones transformadoras, que mitiguen drásticamente las emisiones y los efectos del cambio climático y que permitan adaptarse al territorio y las personas, con especial énfasis en la urgencia de desplegar opciones inclusivas y equitativas.
El trabajo destaca así la necesidad de esquemas de gobernanza justos e inclusivos, en los que las medidas de adaptación se tomen teniendo en cuenta la voz de todos los actores y facilitando actividades de cocreación de las soluciones en los distintos ámbitos. Así, por ejemplo, se tiene en cuenta el conocimiento de las poblaciones locales e indígenas del mismo modo que los conocimientos más científicos.
Por último, la comunidad científica remarca en el informe la necesidad de cooperación internacional y la colaboración de los gobiernos a todos los niveles con las comunidades, los grupos socialmente más desfavorecidos, la sociedad civil, los organismos educativos, las instituciones científicas y de otros tipos, los medios de comunicación, y los inversores y empresas para facilitar actividades más sostenibles y resilientes al cambio climático.
IPCC: ciencia internacional en beneficio de las políticas medioambientales
Los informes del IPCC proporcionan a los gobiernos datos del máximo interés científico que pueden utilizar para diseñar las políticas climáticas. También constituyen una contribución fundamental a las negociaciones internacionales para hacer frente al cambio climático en el marco de la Convención Marco sobre el Cambio Climático o Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).
En concreto, el IPCC comprende tres grupos de trabajo: el Grupo de Trabajo I, que analiza las bases físicas del cambio climático; el Grupo de Trabajo II, que estudia el impacto, la adaptación y la vulnerabilidad, y el Grupo de Trabajo III, centrado en la mitigación del cambio climático. Ahora, el nuevo informe del Grupo de Trabajo II amplía el marco de conocimientos sobre el cambio climático que hizo público el Grupo de Trabajo I en agosto de 2021, dentro del marco del sexto informe de evaluación (IE6) del IPCC.
Para elaborar el nuevo informe, un equipo científico internacional de cerca de doscientos expertos designados por el gobierno de cada país— ha trabajado de forma coordinada durante los últimos siete años para recopilar el máximo de información científica más de 40.000 publicaciones sobre la problemática del cambio climático.
Posteriormente, todo el conocimiento adquirido lo han revisado en diferentes fases los principales expertos de todo el mundo, así como los interlocutores gubernamentales que elaboran las políticas públicas relacionadas con el cambio climático. Por último, se elabora el informe que reúne las conclusiones más destacadas y se presenta de forma pública y abierta a toda la sociedad. (Fuente: UB)