El llamado Proceso de Reconstrucción Nacional, nombre de fachada tras el cual se escondió la dictadura más sangrienta de la historia de Argentina, terminó hace casi 35 años, y sin embargo aún golpea y afecta a las familias de cientos de argentinos, los cuales hasta hoy siguen reclamando justicia para su muertos y cárcel para los culpables.
Muchos de los perpetradores y los líderes de aquella época nunca se arrepintieron de sus crímenes. Uno de ellos fue el último dictador de la República Argentina que quedaba con vida, Reynaldo Bignone, quien falleció el día de hoy a los 90 años en un hospital de Buenos Aires, luego de haber pasado varios años en prisión.
Él ocupó el cargo de Presidente de la República desde julio de 1982, tras el fracaso argentino en la guerra de las Malvinas, que a fin de cuentas significó el fin de la dictadura militar al año siguiente, en 1983, cuando Bignone se vio obligado por el descontento popular y la situación económica a convocar elecciones democráticas.
Bignone había estado, desde el fin de su gobierno hasta su muerte, enfrentando periódicamente procesos judiciales por su participación en los crímenes de lesa humanidad cometidos entre 1976 y 1982, aunque varias veces había salido bien librado de las acusaciones hasta en la década de 2010 fue a parar a la cárcel por varios delitos que se le imputaban y de los cuales jamás expresó el mínimo arrepentimiento y por el contrario, siempre hizo apología y justificación al terrorismo de estado.
L.I.P.R.
